viernes, 21 de enero de 2011

TUNEZ, UNA DEFLAGRACIÓN EN EL MUNDO ÁRABE

. Túnez.
Una deflagración en el mundo árabe
VS 0 | | sección: web | 17/01/2011
François Bonnet y Thomas Cantaloube (Mediapart)

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La escena se producía el viernes 15 por la noche, tarde, ante la embajada de Túnez en El Cairo. Varias decenas de egipcios, enarbolando banderas tunecinas, fueron a festejar la revolución democrática en curso y la caída de Ben Ali. ¿Qué gritaban? Los nombres de los dirigentes árabes sinónimos de regímenes autoritarios, dictatoriales y corruptos. "Gaddafi, Mubarak, Ben Ali, tramposos, tramposos, fuera!"; "Ben Ali, ¡di a Mubarak que le espera un avión!".

"Egipto tiene necesidad de un hombre como Mohamed Bouazizi", el joven tunecino que se inmoló el 17 de diciembre, explicaba el periodista y opositor Abdel-Halim Qandil. El pequeño grupo de manifestantes se encontró rápidamente superado en número por los policías y se dispersó al cabo de una hora.

La insurrección tunecina es desde hace tres semanas observada con fascinación en todo el mundo árabe. Cierto, este pequeño país de 10 millones de habitantes no tiene el peso de Argelia y aún menos el de Egipto. Pero como parecía al margen, definitivamente anestesiado por el régimen de hierro de Ben Ali, este brusco despertar es vivido como un verdadero giro de la historia. ¿Y si las opiniones públicas árabes fueran al fin a poder hacerse oír?

En Twitter, en Facebook o en algunos blogs, se cuelgan miles de mensajes de solidaridad con los tunecinos. Ánimos, esperanzas, llamamientos al despertar de las opiniones públicas… se establece un paralelo con la Polonia de Gdansk y del nacimiento del sindicato Solidaridad. Otros evocan la esperanza despertada por esta "primera revolución democrática del siglo XXI". Otros se felicitan de ver una revolución popular y social triunfar en un país en el que, como en tantos otros en el mundo árabe, la única oposición parecía venir de las fuerzas islamistas.




Nada de choques religiosos esta vez, sino la simple demanda gritada por los manifestantes tunecinos, pero también por los argelinos que se adueñaron de la calle el 8 de enero: "Libertad, dignidad, trabajo". El viernes precisamente, salían a la calle miles de jordanos (más de 5.000 según Associated Press) manifestándose en Amman y en otras ciudades del país contra el aumento de los precios de los alimentos de base y para pedir la dimisión del primer ministro. "Los pueblos no aguantan más, quieren libertades políticas y reformas económicas que pongan fin al nepotismo y la corrupción", dice el analista jordano Labib Kamhawi citado por el Washington Post.

Hace algunos días, el embajador de Túnez ante la UNESCO en París, denunciaba con virulencia el "complot" urdido por la cadena Al Jazeera. Voz libre e incisiva en el mundo árabe, Al Jazeera, que Occidente continúa considerando equivocadamente como el portavoz fanático de una agenda islamista, se ha convertido en efecto en uno de los motores del despertar de las opiniones públicas árabes. Regularmente prohibida en Marruecos, Argelia, su oficina de Túnez cerrada hace algunas semanas, la cadena no deja de explorar la cuestión que molesta: ¿está condenado el mundo árabe a vivir bajo la bota de dictaduras decrépitas y corruptas?

Primero en la lista: Mubarak y el régimen egipcio.
Estos incesantes debates prosiguen en un espacio que no pueden controlar más que con dificultades los regímenes autoritarios: Internet. Facebook y Twitter son hoy los principales medios de comunicación del mundo árabe. En Egipto, partidos políticos, miríadas de grupos ciudadanos se han creado en las redes sociales, lejos de una prensa censurada o que tiene que transigir permanentemente con el régimen (más de 400 denuncias judiciales a periodistas estos últimos diez años).

En la página web del Huffington Post, Bechir Blagui, que anima una página Free Tunisia fuertemente difundida en Facebook, testimonia: "Los internautas hablan de la revolución de jazmín, de la revolución de Sidi Bouzid, pero hay que hacer justicia a las redes sociales: es su revolución, es la revolución de Facebook". Como en Irán, cuando las inmensas manifestaciones populares contra la reelección a la presidencia de Ahmadinejad se organizaron primero en Twitter y otras redes.

Ben Ali-Mubarak: la comparación es fácil y todos los demócratas egipcios la hacen hoy con esperanza. Desde hace treinta años en el poder, con 82 años de edad, enfermo pero punto de equilibrio de un sistema mezcla de nepotismo, corrupción y represión, el Rais quiere presentarse a las presidenciales de 2012. Las elecciones legislativas de noviembre fueron en gran medida cerradas y luego trucadas para eliminar a todos los partidos de oposición. Y el hijo del presidente, Gamal Mubarak, que está ya a la cabeza del partido presidencial, se prepara metódicamente para tomar la sucesión.

Los parámetros son también muy parecidos en Argelia. Y este sábado por la mañana, el editorialista del periódico El Watan, va directamente al grano: "Ben Ali, es la historia de un poder sin límites en Túnez desde hace 23 años. Pero es también una historia que se puede verificar casi en el conjunto de los países árabes. Los tunecinos acaban de dar una lección a todos quienes consideran que no estamos preparados para la democracia y que el mantenimiento del statu quo es una necesidad absoluta para impedir a los islamistas acceder al poder. Una visión simplista, acomodaticia…. Para las autoridades argelinas, es una bofetada de una intensidad excepcional", escribe Omar Belhouchet.

Argelia, donde tras las revueltas del comienzo del mes, y el retroceso provisional del gobierno sobre el tema del aumento de los precios alimenticios, el ministro del interior ha prohibido ayer una manifetación que debía celebrarse elamrtes convocada por el partido de oposición RCD. "¿Qué se va a hacer ahora en Argelia? escribe el editorialista de El Watan. ¿Acentuar la represión prohibiendo la expresión política pacífica, o cambiar de dirección definitivamente escuchando la voz de la razón , poniendo el país en la vía de la democratización y de la reforma política?"

La bomba social

Este sábado, los periódicos estatales o cercanos a esos regímenes no hacen comentarios o editoriales sobre los acontecimientos tunecinos. Nada o casi nada en la prensa marroquí. En El Cairo, el periódico Akhbar al-Youm ha preferido una portada sobre los éxitos económicos del gobierno y sus políticas de redistribución social… Pues es claramente esta ecuación social la que se ha convertido en el motor de las cóleras árabes: economías de renta, estancadas, hundidas en la burocracia y el clanismo, y que no pueden hacer sitio a los millones de jóvenes que están a la búsqueda de un trabajo.

Hace algunos meses, el economista Lahcen Achy publicaba un apasionante estudio para la Fundation Carnegle sobre la amplitud del paro en el Magreb. "Desde hace diez años, la proporción de parados entre los diplomados ha pasado del 20% al 55%", escribía. Las tasas de paro de las personas de entre 15 y 29 años son respectivamente el 31% en Túnez, el 21,5% en Argelia y el 17,6% en Marruecos. En esos tres países, más de dos parados de cada tres son jóvenes. En Argelia, más de la mitad de la población activa no está registrada en la Seguridad Social. En estos países, solo una economía informal de débil valor añadido permite a las poblaciones sobrevivir.

Es esta bomba social la que acaba de estallar en Túnez. Más allá de las enormes diferencias entre los países del mundo árabe, la ecuación social a penas difiere. En el periódico marroquí L´Observateur, Ahmed Charai observa los modelos económicos tunecino y argelino:

"El famoso milagro económico tunecino no era sino un engaño, la economía de rentas argelina se ahoga, las revueltas señalan el fin de una época. Las tasas de crecimiento no sirven para nada si el conjunto de la sociedad no se beneficia de ellas, mediante una economía eficiente y una solidaridad social organizada. Sobre todo, el desarrollo sin la democracia es fatalmente expoliado por una camarilla que se arroga todos los dividendos, dejando a una parte de la población en la precariedad, desarrollando sentimientos de injusticia y fragilizando el sentimiento de pertenencia a la nación".

Lo que escribe, teniendo en cuenta las especificidades de cada país, vale poco más o menos para el conjunto del mundo árabe, desde Marruecos a Siria. Y explica la esperanza que acaba de nacer con la revolución tunecina.

Publicado el 17/01/2011 en mediapart.fr

"Ben Ali se ha ido, pero su sistema sigue aún"

Thomas Cantaloube

Lo más impresionante es el silencio. A mediodía, las calles del centro de Túnez estaban llenos de hombres armados: militares, policías, agentes de paisano y otros, indeterminados, a medio camino entre la milicia y los servicios secretos. "Aseguran" o bloquean el acceso a los lugares sensibles: ministerio del interior, sede de la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT). En las calles, en las que normalmente se oye un rumor intenso, no hay ya ni un ruido, con excepción de los disparos esporádicos, a veces a ráfagas de origen incierto. Una vez más, las cosas evolucionan de forma extremadamente rápida e imprevisible en Túnez, al día siguiente de la huída de Ben Ali tras veintitrés años de dictadura.

El sábado por la mañana, tras una noche durante la cual poca gente ha dormido en Túnez, las calles de la capital se han despertado muy poco a poco. La casi totalidad de los comercios seguían cerrados, salvo algunos cafés y pequeñas tiendas que venden tabaco. Sin embargo la gente comienza a salir. El tranvía funciona. "¡Ando! Ando, algo que no hago nunca, cuenta un hombre, que ronda la cincuentena. No he pegado ojo durante la noche y no llego aún a comprender lo que nos ocurre, entonces, pues he salido a pasearme". "¡Somos libres, libres!, se entusiasma una señora mayor que ha salido a ver a su hija. Hemos vivido durante veintitrés años en una prisión, y ahora, finalmente eso ha acabado. ¡Túnez es el país más bonito del mundo y Túnez va a volver a ser Túnez!"

Ante uno de los raros almacenes que han sido robados durante la noche, un grupo de jóvenes artistas denuncia la obra de las milicias al servicio del RCD (el partido de Ben Ali): "¡No somos nosotros los que hemos hecho esto! Han sido agitadores que quieren que esto parezca Irak. Hemos salido a la calle, hemos hecho una revolución pacífica, pero no queremos que haya robos". De hecho, para un casco antiguo que ha estallado durante muchas horas la víspera, hay muy pocos destrozos en las calles. "Lo que es importante, añade uno de los jóvenes artistas, es que somos el primer pueblo árabe en haber hecho la revolución y derrocado un dictador. Esto es nuestro orgullo y podremos decírselo a nuestros hijos". "Los demás países, en particular Egipto, van a tener ahora el canguelo", completa uno de sus acólitos.

Un dirigente de empresa que ha hecho sus estudios en París piensa en alto, como para intentar poner sus ideas en orden: "Estoy contento, pero…. estoy triste. Por supuesto, es un alivio. Soy feliz de que Ben Ali se haya ido, pero al mismo tiempo tengo miedo. No se lo que va a ocurrir. Temo por mi vida, estoy triste de ver a mi capital con militares en las calles". Su mujer intenta hacerle callar; normalmente, no se habla así a los periodistas. Luego dice: "¿Ve Vd como soy? Estoy aterrorizada, porque hace veintitrés años que vivo así…". A su vez, comienza a hablar: "No se podía vivir más así; no se podía aguantar más. Una mordaza permanente. Y si se quería montar una empresa, había que soltar el dinero y asociar a ella un allegado al poder".

Un grupo de jóvenes está sentado alrededor de una mesa de uno de los raros cafés abiertos. Se toman un zumo. "He oído decir que algunos Trabelsi (la familia política de Ben Ali) habían sido muertos ayer. No se si es cierto, pero si es así, lo han merecido. Han corrompido completamente el país". Un hombre de más edad entra en la conversación: "Al comienzo, Ben Ali estaba bien, creímos en él. Luego, al comienzo de los años 1990, el asunto comenzó a cambiar: la represión y la corrupción se volvieron intensas". Todos opinan. "Su mujer es una peluquera! Se da Vd cuenta: quería que nos gobernara una peluquera", añade uno de los jóvenes, que hace alusión al dominio creciente del clan Trabelsi sobre el poder y la voluntad que parecía tener el presidente dimitido de que le sucediera su mujer.

A medida que avanza la mañana, la tensión sube en las calles. Parece haber una batalla en la cumbre por el poder, entre el primer ministro y el presidente del parlamento. Fuerzas del orden bloquean todas las calles que llevan a la sede de la UGTT en la medina de Túnez. El ejército se instala ante el ministerio del interior. Nadie sabe quien gobierna realmente el país, lo que angustia a la gente. Las noticias llegan del resto del país y de los barrios: decenas de muertos en el incendio de la prisión de Monastir, la estación balnearia de Hammamet saqueada, violencias en los barrios de Túnez. Algunos comerciantes sueldan sus persianas de hierro, temiendo nuevas manifestaciones y saqueos.

"Ben Ali se ha ido pero su sistema sigue aún", comenta un militante de una organización de derechos humanos, con el que me he cruzado por la calle. "Hay aún mucho que cambiar y no estoy seguro de que este asunto se haya acabado". Es igualmente el sentimiento de un portavoz de la UGTT, que ha apoyado las manifestaciones desde el comienzo. "No hay que engañarse, las estructuras del régimen siguen ahí y si no hay verdadera apertura en dirección a los sindicatos y la oposición, las manifestaciones van a continuar". Sobre todo, mucha gente teme los arreglos de cuentas. El aparato policial (cerca de 100.000 personas en un país de 10 millones de habitantes), en el que se apoyaba Ben Ali, ¿va a oponerse al ejército, que parece ser el nuevo poder? ¿Va a intentar abrasar el país enfrentándose contra los ciudadanos? ¿Va, al contrario, a borrarse?

"Tengo aún dificultades para comprender lo que ha ocurrido, confía una psiquiatra. La situación es tan tensa, y no sabemos dónde vamos, que nadie llega aún a alegrarse. Se piensa en primer lugar en nuestra seguridad". Si es claramente una revolución lo que los tunecinos han llevado a cabo, es una revolución sin alborozo popular. Sin gritos de alegría y sin los gritos típicos tunecinos. O entonces es que la revolución no ha quizás tenido lugar aún.

15/01/2011


Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR



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