miércoles, 29 de agosto de 2012

LA OSCURA TRASTIENDA DE MERCADONA



La oscura trastienda de Mercadona


– 23 agosto, 2012

Publicado en: EN ESPAÑA

19Enric Llopis

Periodista.

Valencia.

A Juan Roig, presidente de Mercadona, le agrada sacar pecho. El pasado 7 de marzo presentó en Puzol (Valencia) el balance de resultados de la empresa correspondiente a 2011. El éxito no admite cuestión: 474 millones de euros de beneficios (un incremento del 19% respecto al año anterior). En su particular día de la victoria, Roig se explayó a gusto: “cada vez hay más bazares chinos porque tienen la cultura del esfuerzo que no tenemos en España”; “Estoy completamente de acuerdo con la reforma laboral, yo habría ido mucho más lejos”; “cada uno de los españoles tiene que preguntarse qué puede hacer por el país”; y una última perla: “o sube la productividad o baja el nivel de vida”.



Quiso el azar que por las mismas fechas la revista Forbes publicase la lista de multimillonarios de 2012. El presidente de Mercadona figuraba como tercer hombre más rico del estado español y el número 223 del mundo, con un patrimonio que ronda los 4.700 millones de dólares y que incrementó en un 62% durante el último año.



Mercadona es una compañía de distribución con capital 100% español, que cuenta con 1.357 supermercados repartidos en 46 provincias, según informa la Web de la empresa. Más de 4,5 millones de hogares realizan diariamente la compra en las tiendas de Mercadona, donde trabajan 70.000 personas con contrato indefinido. Desde sus orígenes, la compañía de Roig ha pretendido vincularse a la idea de “confianza”, a partir de un modelo de gestión con dos principios rectores: “calidad total” y “siempre precios bajos”.



Esta “calidad total” se extiende teóricamente a los “recursos humanos”. De hecho, “el trabajador es el segundo objetivo de la empresa, tras el cliente”, se sostiene en la Web de Mercadona. Ejemplo de todo ello sería la generalización del contrato indefinido a toda la plantilla, el pago íntegro del sueldo en caso de incapacidad laboral, unos salarios que superan la media del sector y la inversión destinada a formar a los empleados (450 euros por trabajador en 2011).



Un punto de vista alternativo al de Mercadona

Hasta aquí la mercadotecnia, cuyo éxito parece evidente pues fuera de la empresa pocos cuestionarían la idea de que Mercadona “trata muy bien a sus trabajadores”. Pocos negarían asimismo la condición de Juan Roig como empresario ejemplar y hombre de negocios hecho a sí mismo. Sin embargo, el autor de este artículo ha conversado con varios trabajadores de la distribuidora (unos en plantilla, otros despedidos por diferentes circunstancias) que han manifestado un punto de vista alternativo al que ofrece Mercadona en su marketing.



Mercadona concibe la actividad empresarial de un modo “corporativo” y “paternalista”. A ello se agrega una tradicional política antisindical, que impide la defensa activa de los derechos de los trabajadoresLa organización del trabajo en los supermercados de la cadena se establece por “métodos”. Tareas de reposición, cobro en caja, limpieza de un pasillo, decoración, todos es mensurable y cuantificable en función de los más de 500 “métodos” estipulados. Se controlan al detalle tiempos y ventas. Se regula el número de productos que los trabajadores han de vender, en la línea de caja o en las diferentes secciones, de ahí que muchas veces tengan que dirigirse a los clientes casi como agentes comerciales. En caso de que no se cumplan los métodos, el coordinador (una figura central en todo el engranaje) puede amonestar o sancionar al empleado. El coordinador es también el encargado de someter a presión –a veces asfixiante– a los trabajadores y velar porque se satisfagan los objetivos.



Una de las “medidas estrella” de Mercadona y que mejor ha vendido Roig a la opinión pública son las condiciones del permiso de maternidad, que en su empresa se amplía a cinco meses (frente a las 16 semanas estipuladas legalmente) con el sueldo íntegro. Los problemas llegan, sin embargo, cuando la trabajadora se reincorpora al puesto de trabajo tras el parto, y pretende acogerse a la reducción horaria que establece la legislación laboral.



La reincorporación de las trabajadoras tras una baja por maternidad

En estos casos, aseguran las fuentes consultadas, Mercadona rechaza de manera automática la propuesta de la empleada (la remite a los “horarios de parrilla”, es decir, los normales en la empresa), en lugar de intentar un acuerdo. Así las cosas, si la trabajadora necesita realmente un horario específico (y acogerse a los derechos recogidos en el Artículo 37.6 del Estatuto de los Trabajadores), no tiene más remedio que reclamarlo por la vía judicial, con la pérdida que ello implica en tiempo y dinero a la espera de la sentencia firme. En estos casos, aseguran fuentes consultadas, “la empresa no te despedirá pues está muy clara la cobertura legal, pero sí te harán la vida imposible hasta que vuelvas al horario que según ellos te corresponde, no el que has ganado en juicio”.



“En Mercadona no hay absentismo laboral”, ha proclamado ufano Juan Roig en más de una ocasión. ¿Cómo lo consigue? Mediante mecanismos de presión con los que se pretende acortar y reducir al máximo las bajas laborales. Según los trabajadores consultados, los médicos de la empresa y la mutua que opera con Mercadona intervienen activamente en estos procesos. Así se traslada a la opinión pública la idea de que los trabajadores nunca se ponen enfermos ni padecen accidentes. No es extraño el caso de empleados, aseguran las mismas fuentes, que, por el hecho de seguir las orientaciones del médico de la seguridad social, han recibido un burofax en su domicilio en el que se les informaba del despido. Así, de paso, se aleccionaba a los compañeros de tienda sobre los peligros de la indisciplina. Otra fórmula adoptada por la cadena para disminuir las bajas consiste en acercar el lugar de residencia de los trabajadores a los supermercados.



Otra cuestión son las condiciones en que se produce la reincorporación al puesto de trabajo tras el periodo de baja. Una empleada asegura que, tras pasar una semana en casa por una contusión en el pie, el coordinador la reconvirtió a la función de cajera pues así no tendría que moverse. Otra trabajadora de la sección de horno, cuya tarea habitual consistía en la descarga de congelado a -24ºC, se lesionó y contrajo una hernia discal. Tras los días de reposo prescritos por la mutua (de manera ilegal), volvió a su lugar de trabajo donde sufrió una recaída y, con ello, otra hernia discal una vértebra más arriba. Asegura que el coordinador le espetó: “la culpa es tuya; tienes las hernias porque quieres; tu sitio ahora es la cola del INEM”.



Ponerse enfermo tampoco es oportuno

Ponerse enfermo tampoco es oportuno si el empleado aspira a cobrar la “prima por objetivos”, retribución equivalente a un sueldo que la empresa ingresa a los trabajadores el mes de marzo, siempre con dos condiciones: que se hayan satisfecho los objetivos de venta y gestión previstos para el año en curso; y que el trabajador supere una entrevista de valoración personal que realizan los coordinadores de los centros. Además de que la entrevista, según confirman algunos trabajadores, “resulta totalmente subjetiva”; si el empleado se encuentra de baja o en reposo prescrito por la mutua, la empresa le invita a pedir el alta médica voluntaria. En caso de no hacerlo, puede suspender la valoración y, en consecuencia, perder la “prima por objetivos”.



Mercadona se pretende asimismo una empresa “cercana” y de “confianza”, pero también “familiar”. Y lo es, no sólo por la presencia (muy notable) de la familia Roig en la dirección de la compañía; es familiar, también, porque no resulta extraño encontrar a varios miembros de una misma familia como empleados. Esto da lugar a que, en caso de conflicto entre un trabajador y la empresa (por ejemplo, exigir cualquiera de los derechos recogidos en el convenio o en el Estatuto de los Trabajadores) familiares cercanos puedan verse perjudicados. Asimismo, se concibe la actividad empresarial de un modo “corporativo” y “paternalista”, donde no tiene cabida el conflicto entre capital y trabajo, y donde a los empleados se les adoctrina para que sientan la empresa como propia. A ello se agrega una tradicional política antisindical, que impide la defensa activa de los derechos de los trabajadores.



En este contexto, el día a día en el supermercado puede volverse difícil. Así lo explica una de las trabajadoras preguntadas, que, como los compañeros consultados para este artículo, opta por el anonimato. Lleva 8 años trabajando en Mercadona: “aguanto todo lo que me echen y eso que te aprietan por todas partes. Al final convives con la presión y las circunstancias. Hay quien se medica para soportarlo, mientras que otros terminan por acostumbrarse. Es así; no hay otra. Te insisten en que lo gestiones todo como si fuera tu propia empresa, que te identifiques al máximo con Mercadona; me pregunto además quién fija los tiempos de trabajo, pues a nadie le da tiempo de cumplirlos. Muchas veces has de entrar a trabajar antes de lo que marca tu horario. Tampoco puedes abandonar tu puesto para ir al médico especialista, si no cambias el turno con un compañero”.



El cumplimiento de objetivos, casi un “diktat”

Añade que el cumplimiento de los objetivos es casi un “diktat”. “El coordinador actúa como un negrero; no se puede tirar ningún producto a la basura; antes de que caduquen, los trabajadores nos vemos forzados a comprarlos; hay que cumplir objetivos”. A otra trabajadora la despidieron mientras estaba de vacaciones, con 12 años de antigüedad en la empresa. ¿El motivo? Bajar el precio del pescado (era responsable de la sección de pescadería) para evitar tirarlo al contenedor, “algo que aunque formalmente no esté permitido, habíamos hecho en muchas ocasiones”. Esta única falta ocasionó su despido. Nunca antes tuvo un problema en Mercadona, asegura. Una vez despedida, la empresa le ofreció 3.000 euros por los 12 años de trabajo. En el juicio, seis excompañeros, coaccionados por la empresa y aleccionados previamente por sus abogados, testificaron contra ella por temor a represalias (es éste un fenómeno habitual en los juicios por despido contra Mercadona). Finalmente el juez declaró “procedente” un despido que hoy está en fase de recurso.



Otro extrabajador relata cómo, tras una década de trabajo en Mercadona, fue despedido hace dos años mientras se encontraba de baja por ansiedad. Laboraba en el reparto a domicilio cuando se rompió la muñeca. Incorporado antes de plazo para que la empresa se ahorrara el coste de la baja, padeció una recaída que le obligó a pasar otra vez por el quirófano. Cuando volvió al trabajo, le trasladaron a otra tienda (en la sección de alimentación), donde –según relata– el coordinador le hizo la vida imposible. Pidió entonces, como consecuencia del acoso, la baja por ansiedad y el traslado de tienda. La empresa rechazó la petición y le planteó un ultimátum: “o continúas en la tienda o llegamos a un acuerdo de despido”. Al final se llegó a un acuerdo por el que el empleado percibió 45 días por año trabajado.



La empresa tampoco da facilidades para compaginar el trabajo y los estudios oficiales. “Teniendo derecho a licencia retribuida para asistir a los exámenes finales en la universidad, mi superior más directo pretendía que molestara a mis compañeras para que me cambiaran el turno, a lo que me negué. Intentaron, cada vez que tenía un examen, hacer creer al resto de mis compañeros que saldrían más tarde por mi culpa; incluso llegaron a decirme que eligiera entre trabajar o estudiar, pues las dos cosas eran incompatibles”, cuenta otra trabajadora.



La distribuidora es la que se lleva la gran diferencia

Además de vender las condiciones laborales en sus tiendas, Mercadona insiste en otra idea fuerza a la hora de presentar su gestión a la opinión pública. Ofrece productos “frescos”, “de calidad” y “siempre a precios bajos”. Pero no se explica el modelo de distribución que subyace a estas consignas, que Mercadona comparte con el resto de grandes compañías distribuidoras. Según la activista y especialista en soberanía alimentaria, Esther Vivas, el paradigma actual (en el que un puñado de grandes empresas controlan más de la mitad de los alimentos que se compran en el estado español) “promueve una agricultura industrial, intensiva e insostenible, en el que el agricultor cada vez cobra menos por su producto y el consumidor paga más; es la gran distribución quien se lleva la diferencia”.



En el artículo “La distribución moderna: la invasión de los supermercados” (“Viento Sur”), Vivas agrega que nuestra alimentación “se basa en el consumo de alimentos cada vez más lejanos, con la consiguiente contaminación medioambiental, y la pérdida de información sobre el origen y el modo de producción de los mismos. Además, se induce a la estandarización y uniformización productiva”. Una mera ojeada a las estanterías de Mercadona permite alcanzar productos de los cinco continentes: almejas (Chile), calabaza (Panamá), gambón (Argentina), banana (Ecuador), coco (Costa de Marfil), judía plana (Marruecos) y piña (Costa Rica), entre otros.



Mientras, la realidad sigue su curso a pesar de la crisis. Según informaciones de El País, el presidente de Mercadona, Juan Roig, obtuvo una retribución total de 3,8 millones de euros en 2011, un 73% más que en el año anterior. La retribución del Consejo de Administración de la compañía se incrementó un 50% en el mismo año (de cuatro a seis millones de euros); Por otra parte, el conjunto de altos directivos pasó de percibir un total de 12 millones de euros en 2011, frente a los 9 millones del año anterior (una media de 360.000 euros por directivo). ¿Los nuevos emprendedores?



Leer más...

lunes, 27 de agosto de 2012

MARXISMOS / CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD EN EL CAMBIO DE SIGLO (IV)

IV








De esta nueva orientación han salido ya durante estos últimos años algunas aportaciones notables, a las que a veces se denomina, por inercia, neomarxistas o poscomunistas pero que, si bien se mira, enlazan más con el marxismo de la subjetividad y de inspiración holista o sistémica que con lo que fue el neomarxismo del teorema y del análisis de microfundamentos. Es este el marxismo, o -para cumplir con la palabra dicha- el conjunto plural de marxismos, que mayormente está pasando ahora de la forma libro o de la forma revista a la red de Internet (en la que, obviamente, también hay tanta basura al menos como en las librerías).







He usado antes la expresión dialogar entre ellas al referirme a las distintas corrientes marxistas activas en el movimiento de movimientos o movimiento alterglobalizador. Esto exige una aclaración, sobre todo para los más jóvenes, pues en principio suena raro que el diálogo, precisamente entre corrientes marxistas, pueda presentarse ahora como una novedad. Pero así es. Pues desde la década de los sesenta, y señaladamente desde 1968, lo característico de la relación entre las diferentes corrientes marxistas existentes fue el enfrentamiento constante y la intolerancia en la afirmación de lo que cada cual consideraba ortodoxia.







Como no querría demorarme en esto -y para evitar consultas a hemerotecas que en la mayoría de los casos resultarían penosas- recomiendo la lectura de algunos de los poemas sarcásticos de Erich Fried, correspondientes a esa época, en los que se parodia con inteligencia y agudeza una situación habitual en la que “mi Marx tira de la barba a tu Marx”, etc. (1). Desde 1990 se produjo en esto una inflexión; una inflexión hacia el reconocimiento recíproco que, poco a poco, y no sin dificultades, se ha ido acentuando en los últimos años. Esto se ve bien en los encuentros que convoca anualmente en París la revista Actuel Marx.







Ocurre, pues, como si los marxistas de las distintas corrientes post-sesentayochistas (maoístas, pro-soviéticos, trotskistas, eurocomunistas, marcusianos, libertarios) que han sobrevivido a la caída del muro de Berlín, a la imposición de las políticas neoliberales y a la disolución de la mayoría de las organizaciones en que militaron hubieran ido llegando a la conclusión de que los principales motivos del antiguo enfrentamiento han caducado, que hay que volver, por tanto, al análisis concreto de la situación concreta contemporánea y que, en la perplejidad que suscita el final de aquel mundo bipolar, conviene empezar escuchando las razones de los otros, de los (en principio) más próximos ideológicamente pero que las circunstancias, cuando no la intolerancia y el dogmatismo, habían convertido en adversarios o en enemigos.







Una de las condiciones de posibilidad de este diálogo es el hecho de que hoy en día, a diferencia de lo que ocurría en décadas pasadas, son pocos ya los intelectuales que se declaran marxistas en los ambientes académicos que no tengan al mismo tiempo un vínculo estrecho con las organizaciones o movimientos que se proponen cambiar el mundo de base. Y el que este diálogo entre las corrientes marxistas sea productivo depende sobre todo de la prioridad que se dé al análisis concreto de la situación concreta y a las propuestas constructivas alternativas. Lo que no implica olvidar u ocultar un pasado de controversias, a veces dolorosas, sino volver a estudiar esa historia, ahora en común, para captar qué hilos hay en ella que -como diría Walter Benjamin- aún pueden contribuir a formar el ovillo de nuestra contemporoneidad.







Dicho con otras palabras y para acabar de aclarar la cosa: en este diálogo entre corrientes marxistas tiene sentido polemizar y discutir acerca de si propuestas como la aplicación de la tasa Tobin, el denominado socialismo de bonos, las diferentes variantes del eco-socialismo, el ingreso universal garantizado, la soberanía alimentaria, la sostenibilidad económico-ecológica, la democracia participativa, la desobediencia civil, la campaña hambre cero propuesta por Lula y Frei Betto en Brasil o las “misiones” propiciadas por la revolución bolivariana representan realmente una ruptura con las políticas neoliberales o son sólo medidas paliadoras para cambiar fachadas manteniendo lo esencial de la dominación social.







Menos sentido, o ninguno, tiene, en cambio, obcecarse en ver hoy en cada una de esas propuestas -a veces atendiendo sólo al pasado, a la historia de quienes las hacen- persistencias, restos o nuevas manifestaciones de estalinismos, trotskismos o reformismos socialdemócratas. En este punto Perry Anderson lleva razón: no es esperable que la renovación de los marxismos venga de la reproposición de antiguas actitudes hiperideológicas cristalizadas en rótulos que nada dicen a los más jóvenes.







La lista de autores que en los últimos años han publicado siguiendo esta dirección, o sea, en contacto y diálogo con los movimientos sociales alternativos y, sobre todo, con el movimiento de movimientos, sería larga, y el análisis particularizado de las aportaciones que de ahí han salido no cabe ya aquí, pero querría al menos mencionar por abreviar, ilustrar y terminar- los trabajos más recientes de Samir Amin (sobre lo que él llama “el capitalismo senil”), de I.Wallerstein (sobre el carácter de los movimientos antisistémicos y la utopía), de James Petras (sobre la evolución del hegemonismo norteamericano), de Tariq Ali (sobre los nuevos fundamentalismos), de E.O. Wright (sobre la desigualdad, el socialismo del futuro y la utopía concreta), de Toni Negri (sobre imperio, biopolítica, general intellect, poder constituyente y multitud), de Luca Casarini (sobre desobediencia), de John Holloway (sobre antipoder y contrapoder), de Boaventura da Sousa Santos (sobre democracia participativa), del Consejo Latino- Americano de Ciencias Sociales (sobre aspectos centrales de la filosofía política contemporánea) (2).







El carácter heterogéneo de estos trabajos salta a la vista, tanto en lo que hace al análisis y diagnóstico de lo que están representado la globalización, el papel de los Estados Unidos de América y de Europa en la nueva fase o la estructura del Imperio, como en lo que se refiere a la prognosis, a las expectativas, a la evaluación de la correlación de fuerzas en presencia o a las alternativas que se proponen.







Así, por ejemplo, la mayoría de los autores que acabo de mencionar no estaría dispuesta a aceptar la drástica caracterización de Samir Amin, según la cual el capitalismo ha entrado en su fase senil; la tesis de Negri sobre la existencia de un Imperio sin base de operaciones precisamente localizada y sin imperialismo, en el que, por otra parte, la multitud pasa a ocupar el lugar que en otros tiempos ocupó la clase obrera o el proletariado industrial ha sido criticada, y explícitamente rechazada, por James Petras desde Estados Unidos y por Atilio Boron, presidente del Consejo Latino-americano de Ciencias Sociales, desde Argentina; la idea de John Holloway sobre la posibilidad de cambiar este mundo globalizado de las políticas neoliberales sin tomar el poder, es decir, profundizando simplemente los antipoderes embrionarios que han ido surgiendo durante los últimos años, ha dado origen a una sonada polémica que desde América Latina (México y Argentina, sobre todo) se ha traslado a Europa; la propuesta de democracia participativa de Sousa Santos, que se inspira en las experiencias de Porto Alegre y de Kerala, pero que no deja de subrayar la tensión existente entre fuerzas políticas institucionales y espontaneidad socio-política de la ciudadanía de a pie, entra en conflicto tanto con el tipo de socialismo que postula E.O. Wright como con la idea genérica de multitud o muchedumbre y poder constituyente; y las propuestas de Luca Casarini sobre desobediencia y violencia virtual o simbólica, que se inspiran mayormente en la experiencia de los tute bianche durante las manifestaciones del movimiento alterglobalizador contra las instituciones internacionales o, parcialmente, en el neozapatismo, están siendo igualmente discutidas por otros marxistas italianos que intervienen de manera activa en el movimiento de movimientos.







Todo esto, pluralidad, heterogeneidad, críticas y contra-críticas, a veces acompañadas todavía de acusaciones sobre abandonos del marxismo, revisión de sus tesis centrales o de sospechas sobre pasos inadvertidos al campo teórico del adversario, crea cierta confusión. Dentro y fuera del conjunto de movimientos socio-políticos y socioculturales que componen el movimiento de movimientos. Y en ocasiones la confusión es utilizada para abonar la idea -muy recurrente entre aquellas personas que prestan más atención a las polémicas y a las controversias que a los textos que las han originado- de que la izquierda marxista ha entrado en declive porque no tiene teoría.







Pero esto último, en mi opinión, es una conclusión falsa, un equívoco muy vinculado todavía a la idea, también falsa históricamente, de que hubo un tiempo en que se contaba con una teoría aseadilla y cerrada acerca de la evolución en curso del capitalismo y con una teoría no menos aseadilla y cerrada acerca de la revolución o de los procesos revolucionarios alternativos al sistema existente. Quien se haya acercado con atención a la historia de los marxismos desde los tiempos de la I Internacional tiene que saber que esa idea de la teoría unitaria, aseadilla y cerrada, tanto en lo que hace al análisis económico-social como en lo que hace a las previsiones sobre la revolución, fue siempre una ilusión; una ilusión, como decía Gramsci, de gentes que pretenden encajonar la historia haciendo abstracción de la voluntad, los deseos y la imaginación de la humanidad que sufre.







Pero hay más: aun suponiendo que in illo tempore haya habido algo así como una teoría marxista compartida de lo que estaba siendo la evolución del capitalismo (lo cual ya es mucho suponer), como entre teoría y decisión de cambiar el mundo hay muchas mediaciones y como la decisión de actuar no se deriva sin más del convencimiento teórico, es natural y comprensible que haya habido simultáneamente varias teorías marxistas (o varias ideas candidatas a serlo) del cambio social y de la transformación revolucionaria. Bastará con recordar a este respecto lo que el principal candidato a teórico de la revolución en esa historia, V.I. Lenin, escribió en un momento decisivorecordando en esto a Napoleón-: “primero se pone uno en marcha y luego se verá”. Y aun suponiendo todavía que lo que éste escribió después del se verá haya sido, a su vez, algo así como una teoría para los revolucionarios de la época, tampoco se puede olvidar que él mismo advirtió, en 1922, ya al borde de la muerte, de los peligros de la generalización de la teoría, basada en lo que se vio en Rusia, a la Europa central y occidental. Si Gramsci, el otro candidato a teórico de la revolución en Occidente, fue grande es, primero, porque supo ver que no es posible encajonar la historia en teorías y, luego, porque supo escuchar el mensaje final del hombre aquel del primero se pone uno en marcha y luego se verá.







Complicación adicional para marxistas del siglo XXI: si esto que estoy diciendo ya era así in illo tempore, o sea, cuando el mundo que contaba era mayormente esa parte del mundo a la que llamamos Europa, ¿que decir de la teoría económico-social o sociopolítica del mundo-mundo, o sea, de un mundo globalizado e interrelacionado en el que se hablan muchas más lenguas de las que pueden caber en nuestras filosofías y se mezcla un montón de culturas de las que el mejor marxista de los buenos tiempos apenas sabía decir otra cosa que eran culturas de “países sin historia”? Y ¿qué decir de la teoría del cambio social, de la revolución, del cambiar el mundo de base o, simplemente, de la inversión del signo social de la dominación, en un mundo así, en un mundo-mundo, en el que, hablando con propiedad, ni siquiera somos contemporáneos los unos de los otros y en el que tampoco puede darse por supuesto que los intereses de los de abajo coincidan siempre con sus creencias, deseos e ilusiones? Lo más sensato en un mundo así, y sabiendo lo que sabemos, es proponerse humildemente rebajar las ínfulas de la teoría económico-social acerca del capitalismo (senil o no), y aún más las pretensiones de teoría única o unificada del cambio social (revolucionario o no).







Así vistas las cosas, resulta que ya es mucho, cuando, efectivamente, todo lo sólido se disuelve, cuando los ideólogos de la otra parte propician las guerras de civilizaciones y de religiones y cuando los mandamases y mandamenos del Imperio fomentan entre las gentes fundamentalismos varios, el que, en la pluralidad de aproximaciones teóricas construidas por los marxistas del siglo que empieza, tanto para el diagnóstico como para el cambio, y desde lugares tan distintos del planeta, haya más coincidencias que disidencias y se discuta en revistas o en la Red -con la calma y la paciencia que permiten ese mundo intolerable- acerca de qué candidata a teoría explicativa es mejor.







A este respecto, y entrando en algunas de las polémicas marxistas actuales, aún se podría sugerir algunas cosas más para facilitar el diálogo antes dicho. Por ejemplo: que no es lo mismo observar el comportamiento del Imperio desde Duke o Padua que desde Bagdad, Dakar, Buenos Aires o Caracas; que la idea de un Imperio sin imperialismo ofende al sentido común (revolucionario o no); que entre clase obrera (con conciencia o sin conciencia de clase) y multitud hay en el mundo otras configuraciones sociales y socio-culturales intermedias dignas de ser tenidas en cuenta en el análisis; que, una vez hecha la observación de que el poder (todo poder) corrompe, queda aún mucho por decir sobre las articulaciones posibles de antipoderes y contrapoderes en nuestras sociedades, como muestran casos tan diferentes como el de Venezuela y el de Brasil; que lo que navega actualmente con el nombre de desobediencia civil es, desde el punto de vista de la teoría, un híbrido novedoso en el que se dan cita desde Thoreau y Gandhi hasta Marx y Marcos y que tal hibridación no es despreciable; y que, por eso mismo, y por lo que hay en él de reflexión acerca de los movimientos alternativos que en el mundo han sido, en el movimiento que se autodenomina actualmente alterglobalizador tienen cabida el marxismo (en sus diferentes corrientes), el libertarismo (en sus distintas acepciones) y otras tradiciones de liberación de los humanos. El marxista de los inicios del siglo XXI tiene que aceptar, no sólo por lo que ha sido la historia de las revoluciones desde 1870 hasta 1968, sino por lo que es el presente de los movimientos de liberación, que el marxismo es una de las ideologías en presencia pero no la única.







El problema de la izquierda de verdad, marxista o no, no es de teoría. No era ya de teoría in illo tempore (pongamos por caso, en los días de la Comuna de París). Era y sigue siendo un problema práctico: la fuerza, la potencia (económica, militar, política, ideológica) del adversario, en el plano estatal y en el ámbito mundial. Lo que cambia es la forma de articulación de esa fuerza: el modo de producir mercancías, el modo de producir ideología, el modo de producir cultura, el modo de producir información, el modo de manejar los medios de comunicación.







Notas







(1) Erich Fried, Cien poemas apátridas; Anagrama, Barcelona, 1978.



(2) Me refiero sobre todo a: Samir Amin, Más allá del capitalismo senil, El viejo topo, Barcelona, 2003; I.Wallerstein, Utopística. Las opciones históricas del siglo XXI. Siglo XXI, México, 1999 (y, en catalán, Universitat de València, 2003); J. Petras, Las estrategias del Imperio: los EE.UU y América Latina, Hiru, Hondarribia, 2000; Tariq Ali, El choque de los fundamentalismos, Alianza, Madrid, 2002; E.O. Wright, “Propuestas utópicas reales para reducir la desigualdad de ingresos”, en R. Gargarella y F. Ovejero (eds.), Razones para el socialismo, Paidós, Barcelona, 2001; A. Negri, La fábrica de la estrategia: 33 lecciones sobre Lenin, Akal, Madrid, 2003; A. Negri y M. Hardt, Multitude, war and democracy in the age of empire, Penguin Press, 2004; L. Casarini, “Disobbedire e disertare”, en www.sherwood.it; B. da Sousa Santos, Democracia y participación, El viejo topo, Barcelona, 2003; J. Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder, El viejo topo, Barcelona, 2003; A. Boron, Imperio, imperialismo, Viejo Topo, Barcelona, 2003.



Publicado originalmente en la revista Pasajes 16, Invierno 2005 / Marx desde Cero



Leer más...

MARXISMOS / CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD EN EL CAMBIO DE SIGLO (III)

III








En un interesante artículo de 1999, titulado “Renovaciones”, Perry Anderson, uno de los fundadores de la revista, anunciaba la apertura de una nueva serie de la NLF y, después de una somera historia de cinco décadas, argumentaba las razones para el cambio. Pero entre esas razones sólo se alude muy de pasada a lo ocurrido en la Europa de Este en la década de los ochenta. La principal razón para la renovación, según Anderson, no hay que buscarla ahí, ni siquiera en la constatación de que, a diferencia de lo que ocurría cuando la revista se fundó, “el marxismo ya no predomina en la cultura de la izquierda”. Pues esto último no es nuevo, a pesar de lo cual la revista había logrado salir de la crisis sin desdoro.







El núcleo fuerte de la argumentación de Perry Anderson en favor de la renovación no será, pues, la derrota del socialismo en la Europa del Este sino más bien la observación crítica de dos actitudes muy características de los últimos tiempos: de un lado, la acomodación (o resignación) de la izquierda ante el triunfo generalizado del capitalismo, no sólo en Europa sino en todo el mundo; de otro lado, la tendencia a la auto-consolación, sobrestimando o hinchando los procesos que parecen ir en una dirección contraria a la generalización del neoliberalismo y, consiguientemente, a “alimentar ilusiones acerca de fuerzas de oposición imaginarias”. Anderson constata que la clase obrera lleva veinte años aletargada, que los trabajadores siguen estando a la defensiva en todas partes y que, por primea vez en las últimas décadas, ni el pensamiento occidental ni tampoco el pensamiento a escala mundial tienen perspectivas que se opongan de forma sistemática al sistema existente.







Podría afirmarse, por tanto -y éste sería el motivo central de la necesidad de la renovación- que la tradición emancipatoria o liberadora se ha roto definitivamente y que hay que partir de la aceptación de una discontinuidad radical en la cultura de la izquierda. Anderson lo dice así: “Todo el horizonte referencial en que se formó la generación de la década de 1960 prácticamente ha sido barrido del mapa, lo mismo el socialismo reformista que el socialismo revolucionario. A la mayoría de los estudiantes de hoy la lista de nombres que va de Bebel a Gramsci pasando por Bernstein, Luxemburg, Kautsky, Jaurès, Lenin y Trotsky les resulta tan remota como una lista de obispos arrianos [...] La mayor parte del marxismo occidental ha quedado fuera de circulación”.







Aún así, Anderson todavía salva de la debacle unos cuantos libros marxistas, publicados en la última década, con los que se podría enlazar en esta nueva fase de renovación para establecer un nuevo diálogo intergeneracional: la ya mencionada Age of Extrems, de Hobsbawm, el ensayo de Robert Brenner sobre el desarrollo capitalista desde la segunda guerra mundial, el trabajo de Giovanni Arrighi sobre la evolución y perspectivas del capitalismo, el ensayo de Jameson sobre posmodernidad, el trabajo de Regis Debray sobre los medios de comunicación, la reconstrucción de la geografía que ha estado haciendo David Harvey y algunas cosas de Eagleton y T.J. Clark sobre literatura y artes visuales, respectivamente.







Pero, en realidad y si bien se mira, más allá del reconocimiento de dos obviedades –la acomodación de la izquierda y el aletargamiento de la clase obrera- y a pesar de la afirmación de que en estos años se ha producido una discontinuidad radical, la renovación que ha propuesto Anderson se queda, en su parte propositiva, en una declaración de principios tan generales que recuerdan a los de la vieja izquierda cuando era nueva, aunque ahora haya cambiado, eso sí, el objeto de la crítica y de la polémica. Helos aquí: realismo intransigente (lo que quiere decir, en palabras de Anderson, negarse a cualquier componenda con el sistema, pero también denunciar los eufemismos que subvaloran el poder de ese mismo sistema) y preferencia por el espíritu de la ilustración (frente al de los evangelios). El resto apunta, sobre todo, a aquellas corrientes de pensamiento con las que el marxismo renovado podría dialogar en el cambio de siglo o con las que le conviene mezclarse.







Esto último, lo del diálogo y la hibridación del marxismo con otras corrientes de liberación, es mucho más importante de lo que pueda parecer a simple vista. Pues, una vez que se ha admitido que el marxismo ya no predomina en la cultura de la izquierda – y después de preguntarnos qué se entiende hoy por izquierda, y de contestar a esta pregunta, cosa que Anderson no hace-, lo que se impone es concretar con qué otras corrientes de liberación hay que dialogar e hibridarse y si tal tendencia se va a quedar en un nuevo eclecticismo o está apuntando hacia una nueva teoría unificada, en la que, por así decirlo, se rompe definitivamente el tipo de relación que el marxismo clásico estableció entre base económica y sobrestructuras.







Terminaré con una breve reflexión sobre esto, que afecta a lo que los marxismos han producido durante los últimos cuatro años en el ámbito, sobre todo, de la teoría y de la filosofía política.







La progresiva aproximación a otras tradiciones que históricamente han tenido que ver con la idea de emancipación o liberación de los humanos, o incluso la integración con ellas, es, sin duda, un rasgo diferenciador de las investigaciones marxistas más renovadoras del nuevo siglo. Y no sólo en el ámbito de la historia de las ideas, de los estudios culturales o de la crítica de la cultura, como se ha apuntado antes, sino también, y más en general, en los ámbitos del análisis socio-económico y de la filosofía moral y política. Podría decirse que hasta el año 2000 la aproximación de los marxistas a otras tradiciones y corrientes ha tendido a priorizar el diálogo (a veces crítico, pero casi siempre productivo) con filósofos o pensadores ilustrados como John Rawls, Jürgen Habermas o Amartya Sen, cercanos, por lo demás, en lo político a la tradición liberalsocialista o social-demócrata. Y, efectivamente, esta aproximación había producido ya algunos trabajos de valor como los publicados por Van Parjis sobre las nociones de justicia y renta básica, por Jacques Bidet sobre justicia y modernidad, por Etienne Balibar sobre democracia, racismo y civilización o por Alex Callinicos sobre igualdad. Pero esa situación, a la que había contribuido en buena parte la corriente que en la década de los ochenta se llamó “marxismo analítico” (Gerry A. Cohen, John E.Roemer, E.O. Wright, Van Parijs, el propio Callinicos), ha empezado a cambiar después del año 2000, lo que complica sin duda el proyecto de renovación de Anderson y la NLR.







Me explico. Perry Anderson estaba haciendo su propuesta de renovación inmediatamente antes de que saltara a la palestra el movimiento alterglobalizador, o movimiento de movimientos, circunstancia (no prevista) que obliga a revisar ahora las críticas a los eufemismos piadosos que supuestamente engordan, como él decía, por autoconsolación, los procesos contrarios al poder neoliberal: el poder mismo ha reconocido por escrito que lo que viene ocurriendo desde Seattle y Génova es algo más que un incordio para la universalización de las políticas neoliberales.







Pero, siendo esto así, y reconociendo la pluralidad, e incluso la heterogeneidad, de las fuerzas ideales de liberación que componen el movimiento de movimientos (además del papel que en ello hayan tenido algunos de los marxismos renovados), parece lógico concluir que es más bien con esas otras corrientes con las que el marxismo del nuevo siglo tendrá que dialogar e hibridarse. Y que para esto la declaración de principios acerca de la prioridad del espíritu de la ilustración sobre el espíritu de los evangelios es más que insuficiente.







De ahí que, fuera ya de las instituciones académicas, y sin despreciar el espíritu de la ilustración ni las aportaciones de Callinicos, van Parjis, Balibar y tantos otros, las corrientes marxistas más activas en el movimiento alterglobalizador prefieran ahora dialogar entre ellas e hibridarse con la filosofía latinoamericana de la liberación (Hinkelhammert, Dusel, Fornet-Betancourt, Gutiérrez, Boff, Frei Betto), con el neozapatismo (Marcos), con las distintas corrientes libertarias (en particular con la corriente que representa Noam Chomsky), con el autonomismo leninista-spinozista (Toni Negri), con el ecologismo social (Boochkin, Commoner) o con la tradición de la desobediencia civil, que con Habermas, Rawls o Pettit, señaladamente a la hora de plantear en la práctica qué pueda ser hoy la justicia global en un mundo ecológicamente sostenible.



Leer más...

MARXISMOS / CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD EN EL CAMBIO DE SIGLO (II)

II







Todavía hoy en día suele haber un acuerdo bastante generalizado, incluso en los ambientes académicos, sobre la bondad teórica de una al menos de las aproximaciones marxistas finiseculares a lo que ha sido la historia del siglo XX, la de Eric J. Hobsbawm sobre “la edad de los extremos” (1). Y, efectivamente, mucho de lo mejor que, en el plano teórico, han producido los marxismos durante la última década ha estado dedicado a encontrar explicaciones plausibles de lo ocurrido entre 1917 y 1990, es decir, a la investigación de las causas y motivos por los que un mundo que pudo ser no fue. Esto incluye una nueva forma de abordar y valorar el papel desempeñado por corrientes y autores que en otros tiempos fueron tratados con la óptica simplificadora de la ortodoxia y el revisionismo. E incluye también un número considerable de investigaciones dedicadas al estudio y revalorización de algunas de las utopías históricas en la línea que abrieron en su momento (y desde lo que entonces se consideraba heterodoxia) Ernst Bloch y Walter Benjamin.



















Más allá, pues, de la interpretación lúcida de lo que ha sido el siglo XX, de lo que pudo ser y no fue, los marxistas de estos últimos años, dentro y fuera de las universidades, están escribiendo un importante capítulo de la historia de las ideas que incluye la reconsideración documentada, sensible y renovadora de la obra de personajes clave del siglo XX como Antonio Gramsci, Rosa Luxemburgo, Georg Lukács, Walter Benjamin, Bertolt Brecht, Palmiro Togliatti o Ernesto Che Guevara (2). Este es el ámbito en que resulta más patente la continuidad entre los marxismos anteriores y posteriores a la caída del muro de Berlin, tal vez porque, como escribió hace años Pierre Vilar, los historiadores han sido, por lo general, los investigadores menos afectados por la campaña mundial de ruido y furia contra el marxismo.



















Las novedades, relativas, en este ámbito de la historiografía en general y de la historia de la ideas y de las ideologías en particular son básicamente tres; y las tres tienen que ver con la hibridación que, mientras tanto, se ha producido entre el materialismo histórico y la crítica de la cultura o la forma de tratar la historia de las ideas desde la tradición hermenéutica o desde las filosofías de la alteridad.















La primera de esas novedades, ya consolidada académicamente en la última década, son los estudios culturales, en los que la influencia del marxismo, o, por mejor decir, de algunos autores marxistas (Antonio Gramsci, la Escuela de Frankfurt, Raymond Williams) es innegable, sobre todo en las corrientes que se inspiran en la obra del palestino- norteamericano, recientemente fallecido, Edward Said (3).















La segunda novedad es lo que viene llamándose en ingléssubaltern studies, una corriente historiográfica nacida en la India, en parte por inspiración gramsciana, en relación con los denominados estudios poscoloniales y con la pretensión explícita de superar los restos de eurocentrismo que había en los escritos de Marx sobre la colonización británica en la India y que ha seguido habiendo en los marxismos tradicionales; una novedad, de cuyo interés da cuenta la obra de Ranahit Guha (4), y cuya orientación ha ido cuajando también durante los últimos años en América Latina, donde la inspiración gramsciana se junta con la renovación reciente del indigenismo y con la influencia de la obra de Mariátegui, uno de los marxistas más originales de aquel continente.









Y la tercera novedad es lo que podríamos denominar ampliación del análisis crítico de la cultura (tanto en el sentido amplio de la palabra cultura como en su acepción más restringida).















En este campo resulta apreciable, una vez más, la hibridación del marxismo con otras corrientes filosóficas o con enfoques propios de la crítica artística, como se puede apreciar, por ejemplo, en obras de orientación tan distinta (pero igualmente sugerentes) como lo son las publicadas en estos últimos años por el poeta, guionista, narrador y crítico de origen británico John Berger, por el pensador norteamericano Fredric Jameson y por el filósofo esloveno Slavoj Zizek, los tres formados en el marxismo pero con un concepto lo suficientemente amplio y libre del mismo como para articularlo o entrecruzar ideas centrales del mismo con las ideas de Lacan (en el caso de Zizek), del posmodernismo y la filosofía de la deconstrucción (en el caso de Jameson) o con clásicos de otras tradiciones, como Leopardi (en el caso de Berger).















Se podría objetar, no obstante, que la comprensión histórica ha sido siempre la parte menos problemática de los marxismos y que ya en otro cambio de siglo Benedetto Croce se mostró dispuesto a admitir que, estando todavía vivo en el campo de la historiografía, el marxismo estaba muerto en todo lo demás.















O, ampliando esa afirmación a nuestra época, añadir que después de 1990 el marxismo aún muestra su capacidad de comprensión de la historia pasada, incluyendo la revisión de la historia de sus propias ideas en ese pasado; pero que, en cambio, nada o muy poco tiene que decir acerca de los dos asuntos que más ocuparon a Marx: la interpretación del modo de producir, consumir y vivir en el capitalismo (en un capitalismo que, obviamente, ha cambiado muchísimo desde 1883) y la organización de los sujetos y las voluntades dispuestas a cambiar el mundo del base, o sea, en lo que hace a la teoría del cambio social revolucionario.











Esta objeción nos lleva a la segunda cuestión, que querría diferenciar de la primera.















Pues podría ocurrir, efectivamente, que los marxismos aún tengan argumentos, y argumentos plausibles, para explicar por qué la historia se fue por el lado menos pensado y por qué el socialismo ha sido derrotado en el siglo XX (y aún para recuperar ciertos cabos sueltos de la historia y mostrar que lo que la ideología dominante llama utopía con desprecio no era en su momento una idea descabellada ni lo es en el momento actual), no obstante lo cual hubiera que reconocer, sin embargo, que tanto el análisis socio-económico del capitalismo inaugurado por Marx como sus previsiones acerca de una sociedad regulada y de iguales no dan más de sí.















No hay duda ninguna de que la mayoría de la gente, al menos en la parte del planeta en la que escribo, piensa hoy que las cosas son realmente así: que eso a lo que hemos llamado marxismo y que ahora preferimos llamar marxismos (en plural) aún puede tener cosas que decir sobre la historia en general y sobre la historia de las ideas en particular, pero que se ha convertido en un trasto inútil a la hora de tratar de entender el mundo en que vivimos y de transformarlo.















Y ¿qué mejor comprobación de que las cosas son así que la observación, diariamente repetida, según la cual desde 1990 el poder del capital se impone, se amplía, se generaliza y se globaliza mientras el presunto sujeto de la transformación revolucionaria -a la que Marx y los marxistas de las siguientes generaciones aspiraban- se aburguesa, reniega incluso de lo que se hizo en su nombre (y no sólo de las barbaridades, que las hubo), se convierte en accionista y, en última instancia, prefiere convivir con los propietarios de los medios de producción y ofertantes de créditos bancarios a escuchar, votar o unirse a los marxistas del nuevo siglo que todavía siguen diciendo querer cambiar el mundo de base?















Aquella objeción y la pregunta impertinente con que concluye, aunque no necesariamente formulada en los términos cortantes en que aquí se hace, están en el trasfondo de una serie de debates y controversias en el seno de los marxismos actuales.















Estos debates y controversias versan sobre si, hablando en general pero con propiedad, hay sujeto histórico de transformación (es decir, si la historia de la humanidad tiene sujeto), si puede seguir diciéndose con verdad que durante décadas y décadas de los siglos XIX y XX ese sujeto ha sido el proletariado industrial y si, aún admitiendo que la historia tenga algún sujeto y el proletariado lo haya sido conscientemente, se puede hallar hoy en día algo equivalente a ese sujeto consciente en el mundo del capital ya globalizado. Pietro Ingrao, Rossana Rossanda, Marco Revelli, Luigi Pintor, Pietro Barcellona, Fausto Bertinotti, y en general toda una serie de autores marxistas que suelen publicar en Il Manifesto, Liberazione, Alternative y otras revistas de la izquierda social-comunista italiana han dedicado páginas interesantes e intensas a esta cuestión y a otra directamente conectada con ella: la prospección de los nuevos sujetos históricos de la transformación social.



















Es precisamente en este punto, el de la respuesta sobre el papel actual de la clase obrera y su relación con lo que parecen ser otros sujetos emergentes de la transformación social, donde los marxismos actuales están más enfrentados. Lo cual es comprensible por las implicaciones políticas inmediatas que tiene la respuesta que se dé a la objeción y a la pregunta. Una de las paradojas del momento, que afectaba ya a los marxismos finiseculares, se produce precisamente en este punto. Y se podría formular como sigue.



















Los autores más próximos a los sindicatos institucionalizados (al menos en Europa) tienden a reafirmar el papel de sujeto transformador de los trabajadores industriales, aceptando en esto la vieja tesis marxista sobre la centralidad de la oposición entre trabajo y capital; pero puesto que la transformación que se prevé (y que defienden por lo general los sindicatos) no va más allá de la consecución de ciertas mejoras o reformas garantistas en el interior del sistema capitalista, y como esto es un caso que entra en conflicto con otro postulado central de la teoría (“la clase obrera o es revolucionaria o no es nada”, decía Marx drásticamente), la salida habitual suele ser olvidarse del marxismo, al tratar los problemas del presente, precisamente para evitar el conflicto entre teoría y empiria. De hecho, en los sindicatos mayoritarios y en sus proximidades pocas veces se habla ya de marxismo, salvo en actos conmemorativos del pasado.



















En cambio, aquellos otros autores que vienen argumentando que la vieja oposición entre el capital y el trabajo ha perdido en nuestros días la centralidad que tuvo en otros tiempos, y que aducen como prueba de ello precisamente la actitud mayoritaria en los sindicatos, por lo que, ateniéndose a ese lado de la observación empírica, postulan que hay que pensar en nuevos sujetos para la transformación deseable de un mundo dominado por la desigualdad (o sea, en aquellos grupos, organizaciones, colectivos, “muchedumbres” o “multitudes” que realmente se mueven en favor de esa transformación), estos otros autores, digo, suelen afirmarse o reafirmarse luego como marxistas, aunque formalmente lo hagan forzando la interpretación de Marx o a sabiendas de que entran en conflicto con una tesis central de la teoría y que, por consiguiente, la nueva contribución a la crítica de la economía política del Imperio está en gran parte por hacer (5).



















Es de consideraciones de este tipo (más que del análisis de la historia del socialismo “real”) de donde suelen arrancar las más interesantes controversias que se han producido entre marxistas en lo que llevamos de nuevo siglo. Y tiene el valor de un síntoma, que ratifica lo dicho en el primer punto de este papel, el hecho de que, por ejemplo, el debate sobre la rectificación o renovación no se produjera en la New Left Review en 1990, inmediatamente después de la desaparición de la Unión Soviética y lo que se llamó “caída del comunismo”, sino casi diez años después, al hilo de los nuevos sucesos internacionales (sobre todo el desarrollo de la guerra en los Balcanes), de la estimación de lo que estaba representando la extensión del norteamericanismoen el mundo, y en polémica, precisamente, con las ilusiones de Marxism Today acerca de la “muerte del neoliberalismo”.



















Notas







(1) Eric J. Hobsbawm, Historia del siglo XX. Crítica, Barcelona, 1995. Tres libros posteriores, de carácter autobiográfico o dialógico, completan la visión de Hobsbawm: Años interesantes (Crítica, Barcelona, 2003), El optimismo de la voluntad (Paidós, Barcelona, 2004) y Entrevista sobre el siglo XXI (Crítica, Barcelona, 2004).



(2) Aportaciones de mucho interés en el ámbito de la historia de las ideas y las ideologías han hecho en estos últimos diez años, desde perspectivas marxistas diferentes, autores poco (o nada) traducidos en España: Wolfgang Haug (en Alemania), Michael Löwy, Jacques Texier y André Tosel (en Francia), Domenico Losurdo, Antonio A. Santucci, Guido Liguori, Giuseppe Vacca, Alberto Burgio (en Italia), Marshall Berman, Joseph Buttigieg, Frank Rosengarten (en EE.UU), Carlos Nelson Coutinho, Luiz Sérgio Henriques, Marco Aurelio Nogueira (en Brasil).



(3) Véase B. Ashcroft y P. Ahluwalia, Edward Said: la paradoja de la identidad. Edicions Bellaterrra, Barcelona, 2000.



(4) Ranahit Guha, Las voces de la historia y otros estudios subalternos (Crítica, Barcelona, 2002); Selected Subaltern Studies (Oxford University Press, 2003); La historia en el término de la historia universal (Crítica, Barcelona, 2003).



(5) Esta es la conclusión de Toni Negri en sus escritos más recientes, relacionados con la polémica que suscitó la publicación de Imperio (traducción castellana: Paidós, Barcelona, 2001). Y para un replanteamiento tan provocador como sugerente de la cuestión véase S. Zizek: “Los cibertrabajadores: ¿por qué no un Lenin ciberespacial?, Memoria, 185, julio de 2004.



Leer más...

MARXISMOS / CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD EN EL CAMBIO DE SIGLO (I)

Marxismos / Continuidad y discontinuidad en el cambio de siglo....


Ha muerto Paco Fernández Buey, filósofo y militante comunista. Sin lugar a dudas uno de los grandes del pensamiento emancipador .



Que la tierra te sea leve, compañero.



Hace solo unos días publicamos un trabajo del hombre que sigue siendo un referente del pensamiento crítico . Hoy colocamos nuevamente a disposición de nuestro lectores este trabajo.



“La clase obrera o es revolucionaria o no es nada”, decía Marx drásticamente”



“Es precisamente en este punto, el de la respuesta sobre el papel actual de la clase obrera y su relación con lo que parecen ser otros sujetos emergentes de la transformación social, donde los marxismos actuales están más enfrentados.” por Francisco Fernández Buey



I









La caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, acontecimientos decisivos en la historia del mundo del siglo XX, han suscitado indudablemente algunos cambios de nota en la orientación de los marxismos durante la última década. Sin embargo, estos cambios parecen haber afectado más al estado de ánimo de los militantes de las organizaciones socialistas y comunistas que a los temas que se abordan desde un punto de vista marxista.











Dicho con otras palabras: la relativa continuidad de los asuntos preferentemente tratados por autores que han seguido declarándose marxistas después de la desaparición del “socialismo real” guarda poca relación con el declive, evidente, de la perspectiva revolucionaria que durante más de un siglo inspiró a la mayoría de las organizaciones social-comunistas.











El número de personas que desde 1990 votan opciones social-comunistas de inspiración marxista, sobre todo en Europa, ha descendido de forma tan notable como el número de intelectuales que en los últimos quince años siguen declarándose marxistas. A pesar de lo cual, un repaso detallado de la literatura marxista aparecida en revistas y editoriales durante esta fase muestra que apenas hay discontinuidad respecto de los temas que prioritariamente empezaron a abordarse ya al final de la década de los setenta del siglo XX.











En este ensayo me propongo: 1º documentar la observación, que puede parecer paradójica, hecha en el párrafo anterior; 2º ofrecer una explicación argumentada de por qué, a pesar de la dimensión y la influencia mundial de los acontecimientos mencionados, hay más continuidad que discontinuidad entre los marxismos del cambio de siglo y los marxismos de la década de los setenta; y 3º apuntar, al hilo de esa argumentación, algunos de los temas, rasgos o características nuevas de los marxismos en el momento actual.











Una vía posible para documentar la observación de la que he arrancado es comparar los resultados electorales de los partidos comunistas y poscomunistas entre 1990 y 2004, en los países de Europa en que dichos partidos habían alcanzado antes una implantación importante (Italia, Francia, Grecia, España, Alemania, Portugal, etc.), con los temas de los que, en el mismo período, se han ocupado algunas de las revistas teórico-políticas que se suele considerar representativas del área social-comunista: New Left Review, Marxism Today,Monthly Review, Rethinking Marxism, Historical materialism, Democracy and Socialism en el área anglosajona; Il Manifesto, Critica marxista, Liberazione,Rinascita, en Italia; Actuel Marx, La pensée, Critique communiste, Contretemps, en Francia; Das Argument, en Alemania; mientras tanto, El viejo topo, Utopías-Nuestra bandera, Viento Sur, en España, etc (1).






Los resultados electorales de los partidos políticos que siguen llamándose a sí mismos comunistas o que, al menos, no han renunciado a la inspiración marxista y socialmente transformadora son, obviamente, cada vez peores en casi toda Europa. Con algunos matices que no hay que despreciar (en ese periodo IU, por ejemplo, obtuvo algunos de sus mejores resultados, PCF y otros grupos de izquierda marxistas consiguieron juntos un buen porcentaje de votos en alguna elección, RC y PCP han tenido a veces resultados aceptables), la tendencia al declive es evidente: lo que habitualmente se denominaba social-comunismo, que había llegado a ser en algunos países europeos la segunda fuerza socio-política, ya no es hoy ni siquiera la tercera, desplazada en la mayoría de los países en los que tuvo mayor potencial por los partidos verdes, por los nacionalismos o por fuerzas populistas conservadoras.















Desde 1990, y en mayor medida durante esta última década, el principal segmento social que sostuvo a los partidos comunistas de Europa durante décadas, la clase obrera, ha ido abandonando el espacio social-comunista para situarse o en el espacio social-liberal, que es el espacio que ha venido a ocupar lo que tradicionalmente representaba la socialdemocracia, o directamente en el espacio neo-liberal y populista conservador (como se ve, sobre todo en Francia y en Italia), o bien en el ámbito, más complejo y oscilante, de la abstención política.







Aunque no es el único factor explicativo (sin duda ya había otros: la pérdida de peso del proletariado industrial frente a categorías emergentes de asalariados; la fragmentación acelerada de las clases trabajadoras en las últimas décadas; el paso de la organización fordista del trabajo de fábrica a una organización posfordista o toyotista, etc.) la derrota del socialismo autodenominado “real”, el hundimiento de la Unión Soviética y la desaparición de lo que se llamó el mundo socialista son motivos que han acabado teniendo una influencia decisiva en la inflexión antedicha.















Pues, independientemente de lo que muchos de los trabajadores pensaran antes de la caída del muro de Berlín acerca de cómo llamar a lo que desde 1917 se estaba construyendo en la Unión Soviética, ese otro mundo (se llamara socialismo, protosocialismo, capitalismo de estado o socialismo burocráticamente degenerado) era, por lo general, percibido como algo distinto del capitalismo realmente existente y, en última instancia, como un contrapoder al imperio del capital, de cuya mera existencia, por su simple estar-ahí, se podía esperar, por la reacción que provocaba entre los capitalistas, un tipo de mejoras socio-económicas que ya algunos de los ideólogos de la década de los sesenta empezaron a llamar “estado del bienestar”.















Para aclarar mejor la situación que se ha ido creado entre los marxistas desde 1990 hay que distinguir dos cuestiones que, estando interrelacionadas, no conviene identificar apresuradamente. La primera de ellas viene de muy lejos, casi de los orígenes mismos de lo que empezó a denominarse marxismo en el último tercio del siglo XIX. Y es que ya desde entonces, pero aún más señaladamente desde 1914-1917, ha habido varios marxismos, es decir, varias interpretaciones consolidadas de los escritos filosóficos, económicos y político-sociales de Karl Marx.















La idea, explícitamente formulada por Lukács, de que en cuestiones de marxismo la ortodoxia está en el método no debe llamar a engaño. Pues método, ya en el marxismo de Marx, es una palabra que connota muchas más cosas de lo que la palabra denota para un científico: alude no sólo a la forma en que hay que proceder para captar y exponer datos empíricos, sino también a un estilo de pensamiento, a un programa de investigación, a tesis varias sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza y a la intención de cambiar el mundo en un sentido revolucionario.















Como suele ocurrir con las grandes cosmovisiones que en el mundo han sido, de las distintas maneras de interpretar todas esas cosas han salido y se han ido perfilando, también en este caso, marxismos diferentes en la forma de abordar temas básicos de la antropología filosófica, relativos al metabolismo entre seres humanos y la naturaleza entorno, pero también, y sobre todo, muy diferentes en la forma de abordar el mundo socio-político. Las distinciones históricas, primero entre un marxismo revolucionario y un marxismo académico, luego entre un marxismo reformista y un marxismo revolucionario, más tarde entre marxismo ruso-soviético y marxismo occidental y, por último, entre marxismo economicista y marxismo de la subjetividad o entre marxismo humanista y marxismo estructuralista, dan cuenta de ese equívoco acerca de la ortodoxia.















Esto permite explicar que desde el primer momento haya habido versiones tan diferentes y tan contrapuestas de lo que significó la revolución rusa de octubre de 1917 y de lo que se llamó construcción del socialismo. Mientras que un marxista como Lenin podía argüir que lo iniciado en 1917 era precisamente la realización de la perspectiva metodológica y revolucionaria de Marx, un marxista como Kautsky podía declarar, en términos peyorativos, que eso mismo era la negación de la perspectiva que Marx había abierto en El capital, y un marxista como Gramsci acoger positivamente (ateniéndose a la subjetividad, a la voluntad de los actores) aquella revolución que consideraba, sin embargo, como una revolución contra El capital de Marx.















Así pues, desde la observación de que, a lo largo del siglo XX, lo que ha habido han sido varios marxismos, y no un sólo marxismo, se entiende mejor que los propios marxistas de 1990 hayan vivido e interpretado de formas tan diferentes la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. A lo que habría que añadir todavía otra diferencia, la espacial: el desarrollo de los acontecimientos no se vio igual en la Europa rica que en los países empobrecidos del mundo.















Podría decirse que para todos los marxistas lo ocurrido entre 1986 y 1990 fue un acontecimiento inesperado y sorprendente. No conozco ninguna prognosis o anticipación marxista anterior a la primera de esas fechas que contemplara la posibilidad del derribo del muro, la disolución del Pacto de Varsovia, la desintegración de la Unión Soviética y la autodisolución del Estado y del partido. Pero, dicho esto, hay que añadir enseguida que mientras unos marxistas valoraron los hechos como si tratara de una gran desgracia, o sea, como el final de un mundo en el que habían puesto grandes esperanzas, otros (entre los que sin duda se encontraba la mayoría de los marxistas de la Europa occidental) vieron estos acontecimientos como una oportunidad histórica positiva para volver a empezar, transitando, por fin, el camino hacia el socialismo que al propio Marx le hubiera gustado recorrer.















Se comprende que los hechos no hayan sido vividos ni interpretados de la misma manera por marxistas trotskistas (que desde los años treinta del siglo XX venían denunciando la degeneración burocrática del estalinismo en la URSS), por marxistas libertarios (que desde tiempo atrás consideraron que lo existente en la Unión Soviética no era sino capitalismo de estado), por marxistas maoístas (que calificaban aquella formación social de nueva potencia imperial) o por marxistas eurocomunistas que entre 1969 y 1979 habían dejado de soportar la ideología del “socialismo real”.















Atender a estas diferencias ideológicas previas, o sea, a la existencia previa de diferentes marxismos, tiene importancia para explicar por qué ha resultado ser un contrafáctico la afirmación recurrente de la ideología dominante en el sentido de que 1989 representa no sólo el fin del comunismo sino también el final del marxismo. Pues, de hecho, una buena parte de los marxistas de orientación trotskista, libertaria o eurocomunista, y no sólo ellos, sobre todo en Europa, tendieron a ver los acontecimientos de entonces no como una nueva derrota sino más bien como la confirmación de anteriores previsiones o deseos (por genéricas o genéricos que previsiones y deseos hubieran sido) y, en todo caso como una nueva oportunidad histórica de volver a fundir socialismo y democracia.















Aunque desde 1990 los grandes medios de comunicación de masas (la televisión en primer lugar, pero también los principales medios de difusión escritos) dejaron de ocuparse del marxismo y los marxistas, a no ser para dedicarles algunos sarcasmos o necrológicas, y aunque desde entonces editoriales y librerías de la mayoría de las provincias del Imperio han tendido a tratar al marxismo como a perro muerto (2), lo cierto es que, al menos en el plano de la producción teórica, el marxismo seguía ahí, y no precisamente deprimido. Esto se puede comprobar, por ejemplo, siguiendo la revolución de las revistas arriba mencionadas.















Es más: si se hace un estudio pormenorizado de los temas abordados entre 1990 y 2000 por la mayoría de estas revistas (en particular por las más influyentes: New Left Review, Marxism Today, Montly Review, Il Manifesto, Actuel Marx) se verá que no sólo predomina en ellas la continuidad, sino que, por lo general, el análisis de lo ocurrido desde la perestroika soviética hasta la desaparición de la URSS, pasando por la caída del muro de Berlín, ha sido hecho con relativa tranquilidad de espíritu y, desde luego, no ha sido vivido como un trauma.















La explicación de esto es sencilla y enlaza precisamente con la decantación de los marxismos ya en las décadas anteriores: casi todos los fundadores y colaboradores habituales de estas revistas (Perry Anderson, Robin Blackburn, Eric J. Hobsbawm, Paul Sweezy, Rossana Rosanda, Luigi Pintor, Lucio Magri, Jacques Texier, Jacques Bidet, Georges Labica, Daniel Bensaïd, Michael Löwy) habían roto desde tiempo atrás con el tipo de marxismo canonizado en la Unión Soviética y criticado, con mayor o menor rotundidad, el mundo que entonces se vino abajo.







No se puede decir que en los ensayos y números monográficos publicados por estas revistas (o en los libros y recopilaciones que han propiciado en las casas editoras a ellas vinculadas) desde 1990 hasta el final de siglo haya habido coincidencia de análisis sobre las consecuencias de los principales acontecimientos; y, desde luego, los tonos y talantes con que han sido abordados los problemas contemporáneos (la globalización, la crisis ecológica., los embates contra el estado asistencial, la guerra de los Balcanes, el nuevo papel de China en la economía mundial, la norteamericanización del mundo, etc.) son bastante distintos (3). Pero parece haber habido en esos años al menos un acuerdo bastante generalizado en que la crisis del socialismo llamado “real”, al desideologizar definitivamente la bipolaridad de la guerra fría, acabaría por suscitar también la crisis y, tal vez, el derrumbe del neoliberalismo. Sintomático en este sentido es, por ejemplo, el contenido del número especial que Marxism Today publicó a finales de 1998; y lo es desde su título mismo: The dead of Neoliberalism.















Esos eran también el tono y el talante de la mayoría de las comunicaciones presentadas durante la conmemoración en París, en 1998, del 150 aniversario de la publicación de El manifiesto comunista, a la que asistieron o se adhirieron varios centenares de intelectuales relevantes de los cinco continentes (4). En esa oportunidad, reconociendo ya sin subterfugios la pluralidad de corrientes surgidas de la lectura y la interpretación de Marx, o sea, que para hablar con propiedad en estos tiempos, debe hablarse de marxismos (en plural) y después de poner en solfa la idea de ortodoxia, los marxistas del final del siglo XX demostraban que el viejo “método”, del que Marx dijo que iba a ser “el horror de la burguesía”, seguía siendo operativo al menos en un ámbito muy querido del propio Marx: el de la historia y la historiografía.







Notas







(1) La lista de revistas no pretende ser exhaustiva. En los últimos años han aparecido otras, algunas de ellas exclusivamente electrónicas, que publican habitualmente ensayos marxistas: Alternative (Italia), Herramienta (Argentina),Memoria y Bajo el volcán (México), Gramsci e o Brasil (Brasil), Rebelión y La Insignia(España).



(2) Dos excepciones: el espacio dedicado a la aparición de Espectros de Marx, de Derrida, en 1993, y el tratamiento que Le monde diplomatique, en sus distintas ediciones (francesa, italiana e iberoamericana), suele dar a libros y ensayos de orientación marxista. Sobre el impacto de la obra de Derrida puede verse: M. Spinker (ed.), En torno a Espectros de Marx, de Jacques Derrida, Akal, Madrid, 2002.



(3) Estas diferencias de análisis tienen que ver también con anteriores decantaciones ideológicas de los autores mencionados, muy patentes desde finales de la década de los sesenta, y con obra apreciada ya entonces: Anderson, Blackburn, Bensaid, Löwy proceden de diversas corrientes trotskystas; los demás, en conflictivo diálogo con los partidos comunistas de sus respectivos países (Inglaterra, EE.UU, Italia o Francia).



(4) Véase AA.VV. Le Manifeste communiste aujourd´hui, Les Editions de L´Atelier, París, 1998 (con intervenciones de, entre otros: Samir Amin, Daniel Bensaïd, Jean-Yvez Calvez, Francisco Fdez Buey, Eric J. Hobsbawm, Liêm Hoan´Ngoc, Boris Kagarlitsky, Georges Labica, Michael Löwy, Ellen Meiksins Wood, Jacques Texier y André Tosel).



Leer más...

domingo, 26 de agosto de 2012

MUERE EL FILÓSOFO COMUNISTA FRANCISCO FERNANDEZ BUEY

Muere el filósofo comunista Francisco Fernandez Buey


25 agosto, 2012


El filósofo comunista Francisco Fernandez Buey nos ha dejado esta tarde, menos de un año después de que lo hiciese su compañera Neus Porta.



Estudió filosofía en la Universidad de Barcelona. Allí se formó sucesivamente con el poeta y esteta José María Valverde, con el filósofo helenista Emilio Lledó y con el lógico y filósofo marxista Manuel Sacristán.



Fue expulsado de la universidad española en 1966 por su actividad antifranquista, a finales de la década de los sesenta y comienzos de la siguiente trabajó como traductor para varias editoriales de Barcelona y Madrid y como colaborador de varias enciclopedias para las que escribió artículos de temática filosófica y sociológica



Como filósofo comunista, ha estado vinculado desde la década de los sesenta a diferentes movimientos sociales críticos y alternativos. Desde 1963 hasta 1978 fue militante del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), rama catalana del Partido Comunista de España (PCE), que jugó un papel decisivo en la lucha contra la dictadura del general Franco.



En 1966 fue uno de los fundadores del Sindicato Democrático de Estudiantes en la Universidad de Barcelona (SDEUB); en la primera mitad de los setenta destacó en la organización del movimiento de profesores no-numerarios y fue miembro de su Coordinadota Estatal, defendiendo la contratación laboral de los trabajadores de la enseñanza frente a la funcionarización de los mismos; luego, a finales de esa década, militó en el Comité Antinuclear de Catalunya (CANC) y fue uno de los primeros filósofos europeos en teorizar el comunismo ecologista desde las revistas mientras tanto y El Viejo Topo. También estuvo entre los delegados del congreso fundacional de Izquierda Unida.



Leer más...

sábado, 25 de agosto de 2012

X ASAMBLEA DE IZQUIERDA UNIDA: ORGANIZAR LA REBELIÓN DEMOCRÁTICA DE LA MAYORÍA SOCIAL





X Asamblea de Izquierda Unida: organizar la rebelión democrática de la mayoría social


Jueves, 16 de agosto de 2012 PÁSALO: Share on facebookShare on meneameShare on googleShare on twitterArtículo de opinión de José Luis Centella, portavoz parlamentario de IU en el Congreso, publicado en Nueva Tribuna



La X Asamblea Federal de IU se presenta como una oportunidad para dar respuesta al reto de la Izquierda en estos momentos clave de la lucha de clases, en la que el capitalismo del siglo XXI, el especulativo, a través de sus brazos, el armado, con la OTAN, el político, con los partidos de la derecha autoritaria, y el social, desde los movimientos anti-política, trata de consolidar su dominio ideológico imponiendo un nuevo modelo de relaciones sociales y laborales sustentado en un nuevo sistema institucional, que dé soporte constitucional a una nueva correlación de fuerzas.



En este nuevo sistema que se pretende imponer, los derechos no existen. La vivienda, el trabajo, la sanidad, la educación, etc. deben administrarse como negocios sobre la base de la rentabilidad económica porque no existen servicios públicos sino oportunidades para el negocio. Creen que la liberalización debe ser lo más amplia posible y las relaciones laborales deben de estar desregularizadas.



Para avanzar en sus objetivos deben separar a la población de la política. Para ello los partidos son desautorizados todos por igual, los sindicatos, difamados, las movilizaciones se convierten en problemas de orden público y hasta las organizaciones empresariales deben de ser desarticuladas para que sea el capital especulativo, a través de sus terminales, quien imponga sus decisiones directamente, sin intermediarios, con la mínima contestación posible.



En este marco, el retroceso de la situación de la mujer es un elemento ideológico de primer orden para recuperar el control de la familia tradicional como instrumento al servicio de la ideología dominante.



Al mismo tiempo, necesitan difuminar las caras de los culpables de la crisis. Ahora se culpabiliza a la ciudadanía, a la que se le dice que ha ‘vivido por encima de sus posibilidades’, y cambian también el significado de la palabra austeridad. En lugar de significar una gestión adecuada y sin excesos de los recursos públicos para cumplir con las necesidades de la sociedad, quieren utilizar la austeridad para justificar recortes y eliminar derechos sociales.



En la misma lógica, la culpa que tienen la Banca en la crisis se cambia por la criminalización de ayuntamientos y autonomías para recuperar un Estado centralista, mas fácil de controlar. El objetivo de esta ofensiva ideológica de la derecha es romper la acumulación de fuerzas que empezaba a producirse contra el bipartidismo y los causantes directos de la crisis.



Por lo tanto, cada vez está más claro que el capital especulativo, así como la derecha política y económica tienen un proyecto de sociedad que tratan de desarrollar de una forma suave para evitar respuestas, intentando ganar batallas sin plantar cara. Una vez conseguido el dominio ideológico buscaran dar el golpe de gracia, situar fuera del sistema a las fuerzas que lo cuestionen, utilizar todos los instrumentos que se han ido construyendo estos años para que la ‘nueva dictadura’ entre sin violencia, aunque a la hora de la verdad aparecerá la fuerza (ya está apareciendo), es decir, toda la violencia institucional que sea necesaria para mantener su dictadura.



La derecha, ampliando el camino iniciado por el PSOE, realiza un proceso constituyente para configurar una nueva realidad social e institucional. La Constitución de 1978 le resulta pequeña para sus intereses. Esta Constitución, a pesar de sus debilidades y de dar soporte a la monarquía, tiene potencialidades que, desarrolladas, podrían significar avances sociales e institucionales que ellos entienden que deben ser eliminados y sustituidos por una nueva legislación que permita asentar el dominio del capital sobre la economía y la sociedad.



Por ello, es importante que denunciemos las intenciones de la derecha de desarrollar cambios sin abrir un proceso constituyente y exigir que se abra ese proceso con transparencia, con la participación directa de la ciudadanía que se pretende excluir. Para ello es fundamental impulsar un movimiento en el que la ciudadanía reclame ahora el protagonismo. Debe ganarse la hegemonía en este proceso porque la derecha ideológica nos la disputa en nuestro mismo terreno, en el de las capas populares, y lo hace porque quiere situar a la mayoría de la población a favor de una salida tecnócrata y anti-política de la crisis.



La izquierda debe superar debates testimoniales, vacíos de contenido. Para ello debemos ser capaces de construir un proyecto que confronte con el que el capital especulativo trata de imponer. Debe darse una batalla de las ideas para que la mayoría real ciudadana, la que sufre la crisis, se constituya en mayoría social y política para ser motor del cambio necesario para construir una salida social y democrática a la crisis para avanzar hacia el Socialismo en este siglo XXI.



Debemos construir la alternativa democrática, federal, anticapitalista, republicana que confronte con el plan antidemocrático, centralista, reaccionario que defiende el PP como brazo político del capitalismo especulativo. Éste debe ser el objetivo político de la X Asamblea Federal de IU, es decir, cómo llenar de contenido cultural y social nuestra propuesta y, desde ella, cómo ampliar las alianzas sociales y políticas para ganar esta fase de la lucha de clases, en la que no podemos olvidar el marco europeo y el internacional.



Surge así la necesidad de recuperar, en primer lugar, la democracia, comenzando por revertir la prioridad que ahora se le ha dado a los mercados y romper con la trampa de la deuda, obligando al sector financiero español a cargar con sus propios errores. Se requieren luchas y reformas que sitúen al Estado bajo el control directo de la ciudadanía para permitir iniciativas de democracia directa y participativa que rescaten lo público de los ‘mercados’. La reivindicación republicana y los proyectos constituyentes deben conectar tanto con la resistencia a los recortes como con las demandas de ‘democracia real ya’.



Al mismo tiempo, debemos hacer frente a una integración europea antidemocrática y neoliberal oponiendo un proyecto de integración democrática y cooperativa, con intercambios entre Estados solidarios planificados, y un sistema monetario y financiero controlado democráticamente.



Esta alianza deberá enfrentarse con la previsible intervención de nuestro país por los poderes económicos europeos, bien con el disfraz de un ‘Gobierno de salvación nacional’ o con una ‘dictadura tecnocrática’ descarada. Deben cuestionarse los bloqueos legales, institucionales y jurídicos que posibilitan las políticas de austeridad, empezando por la estabilidad presupuestaria y siguiendo por las reglas del juego de la UE: libre circulación de capitales, prohibición de financiación a través del Banco Central, etc.



Todo esto significa dar un paso más en la Convocatoria Social hacia una mayor implicación con el movimiento sindical y los movimientos sociales en un proyecto de sociedad. De hacerse desde la voluntad de que la mayoría social que nuestras propuestas representan vayan ganando también a la mayoría real de la población. Esta propuesta debe ser objeto de una reflexión amplia y colectiva en el marco de la X Asamblea. Este es el reto.

.

--------------------------------------------------------------------------------

Leer más...

jueves, 23 de agosto de 2012

REFLEXIÓN SOBRE LA CONVOCATORIA "TOMA EL CONGRESO EL 25-S"

Reflexión sobre la convocatoria Toma el Congreso el 25S


Artículos de Opinión
Redru Carvajal
21-08-2012


Últimamente se está hablando mucho sobre la convocatoria “Toma el Congreso” que tendrá lugar el próximo 25 de septiembre. Sinceramente, estoy muy cansado del estado de precariedad permanente en el que me encuentro y mi primera reacción respecto a esta cita era ir allí y para mostrar mi rabioso descontento.



Pero como siempre, tras una primera reacción impulsiva viene una segunda mucho más madura. Darle unas cuantas vueltas a la cuestión del 25S me sirvió para aclarar algunos puntos importantes respecto a esa cita.



Se está poniendo de moda el término “proceso constituyente”. Parece de lo más novedoso, aunque los pioneros en ponerlo en marcha fueron los franceses a finales del siglo XVIII. Desde entonces, se han dado multitud de procesos de este tipo pero no todos han sido democráticos y a favor del pueblo. La calidad democrática del cambio depende directamente de la ideología que lo impulsa y esta es una de las cuestiones que más me preocupan del 25S.



Lo lógico sería establecer una propuesta de cambio que se fundamentara en un ideario. En base a esto, proponer medidas para hacer posible un proceso constituyente en el que se sustanciara la trasformación. Sin embargo, los promotores de “Toma el Congreso” proponen lo inverso: primero derrocar el Gobierno y destituir las cortes, y después… ya se verá. La convocatoria está completamente vacía de contenido.



Este punto plantea un segundo problema: el sostenimiento del cambio. Si trasladamos al terreno político la Tercera Ley de Newton de acción y reacción, y siempre suponiendo que prosperara la destitución de las Cortes y se iniciara un nuevo escenario político (aunque no sabemos cual), se produciría una fuerza en sentido contrario al cambio que intentaría regresar al estado anterior. En todo caso, creo que podríamos superar esa reacción si las ideas que se han impulsado durante este proceso son sólidas y compartidas por la mayoría como para dar consistencia al cambio de modelo.



Como su propio nombre indica, los procesos constituyentes son un desarrollo de ideas a lo largo de un periodo de tiempo. Por lo que éste no termina con los hechos puntuales de destituir órganos o aprobar nuevas normas. Estas trasformaciones tienen que ser permanentes, consolidarse y evolucionar mediante una democracia participativa.



Sinceramente, no creo que exista una masa popular suficiente que comparta unos principios fundamentales, hasta el momento no especificados, para sostener el proceso que se pretende con el movimiento del 25S.



Lo que sí están consiguiendo los promotores de “Toma el Congreso” es tener un espacio en los medios de comunicación públicos y privados, dejando en la sombra las movilizaciones convocadas por multitud de sindicatos y movimientos sociales para el próximo 15 de septiembre contra la política de recortes permanentes a las y los trabajadores.



Al contrario que el 25S, el 15 de septiembre sí que preocupa a los poderosos. Porque en la mayoría de la convocatorias se apunta al núcleo de un sistema que controla la banca y las grandes empresas, un sistema en el que la política está a su servicio.



Es fácil tomar un discurso “antisindical” y “antipolítico”. Y aunque las críticas a los sindicatos muchas veces son acertadas y legítimas, es una contradicción que determinadas personas tomen posiciones en contra del sindicalismo cuando hace unas semanas estaban alabando la lucha de los mineros ¿cómo se ha organizado la lucha de la minería? Atacar el sindicalismo es atacar a la organización de los trabajadores y su capacidad de respuesta a las agresiones del sistema. De la misma forma que señalar como culpables de la crisis a los políticos es confrontar por completo con una idea progresista de proceso constituyente. La política institucional es solo una parte de este sistema al servicio de los poderosos. Un cambio de gobierno no invertiría la relación entre el pueblo y las personas que detentan el poder económico.



Tengo que dar las gracias a los organizadores del 25S porque reflexionar sobre esta convocatoria me ha servido para reafirmar mi convicción de que necesitamos crear un poder popular firme para conseguir un proceso constituyente con el que lograr una democracia participativa para las y los ciudadanos. Y es que el poder popular se construye todos los días defendiendo nuestros derechos. Yo lo tengo claro, el 15 de septiembre que cuenten conmigo.



Leer más...

LA VICTORIA ELECTORAL DEL ISLAM POLÍTICO EN EGIPTO

La victoria electoral del Islam político en Egipto


Domingo 8 de julio de 2012 por CEPRID



Samir Amin



Pambazuka News



Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés



La victoria electoral de los Hermanos Musulmanes y de los salafistas en Egipto (enero de 2012) no es de extrañar. La disminución provocada por la actual globalización del capitalismo ha producido un extraordinario aumento en las llamadas actividades "informales" que ofrecen medios de subsistencia de más de la mitad de la población egipcia (las estadísticas dan una cifra del 60%).



Y la Hermandad Musulmana está muy bien posicionada para tomar ventaja de esta disminución y perpetuar su reproducción. Su ideología simplista confiere legitimidad a una miserable economía de mercado/bazar que es totalmente contraria a los requisitos de cualquier desarrollo digno de este nombre. Los medios fabulosos financieros prestados a la Hermandad Musulmana (por los Estados del Golfo) les permite traducir esta ideología en acción eficaz: ayuda financiera a la economía informal, los servicios de beneficencia (dispensarios médicos, etc).



De este modo, la Hermandad se establece en el corazón de la sociedad e induce a la dependencia. Nunca ha sido la intención de los países del Golfo apoyar el desarrollo de los países árabes, por ejemplo, mediante la inversión industrial. Ellos apoyan una forma de "desarrollo lumpen" -para usar el término originalmente acuñado por André Gunder Frank- que encarcela a las sociedades interesadas en una espiral de empobrecimiento y exclusión, que a su vez refuerza el dominio de la política reaccionaria del Islam en la sociedad.



Esto no lo habría logrado tan fácilmente si no hubiera estado en perfecto acuerdo con los objetivos de los estados del Golfo, Washington e Israel. Los tres aliados comparten la misma preocupación: frustrar la recuperación de Egipto. Un fuerte, erguido Egipto significaría el fin de la hegemonía triple del Golfo (la sumisión al discurso de la islamización de la sociedad), los Estados Unidos (un vasallaje y pauperización de Egipto, que sigue estando bajo su influencia directa), e Israel (no intervenir en Palestina).



La adhesión de los regímenes al neoliberalismo y la sumisión a Washington fue repentina y total en Egipto bajo Sadat, y más gradual y moderada en Argelia y Siria. La Hermandad Musulmana -que es parte del sistema de poder- no debe ser considerada simplemente como un "partido islámico", sino ante todo como un partido ultra reaccionario que es, además, islamista. Reaccionario no sólo con respecto a lo que se conoce como "problemas sociales" (el velo, la sharia, la lucha contra la discriminación copta), sino también, y en el mismo grado, reaccionaria en las áreas fundamentales de la vida económica y social: la Hermandad está en contra de las huelgas, las demandas, la sindicación independiente, el movimiento de resistencia contra la expropiación de los agricultores, etc.



El fallo previsto de la "revolución egipcia", lo que garantizaría la continuidad del sistema que ha estado en vigor desde Sadat, sigue basado en la alianza del alto mando del ejército y el Islam político. Es cierto que en la fuerza de su victoria electoral hace de la Hermandad que esté ahora en condiciones de exigir más autonomía de la que hasta ahora ha sido concedida por los militares. Sin embargo, la revisión de la distribución de los beneficios de esta alianza en favor de la Hermandad puede resultar difícil.



La primera ronda de la elección presidencial el 24 de mayo se organizó de tal manera que se lograse el objetivo perseguido por el régimen en el poder y por parte de Washington: reforzar la alianza de los dos pilares del sistema -el alto mando del ejército y la Hermandad Musulmana- y resolver su desacuerdo (cuál de los dos va a estar a la vanguardia). Los dos candidatos "aceptables" en este sentido fueron los únicos que recibieron los medios adecuados para ejecutar sus campañas. Morsi (HM: 24%) y Shafiq (Ejército: 23%). El verdadero candidato del movimiento –H. Sabbani- no recibió tales medios y, al parecer, sólo llegó al 21% de los votos (la cifra es cuestionable). Al final de largas negociaciones, se acordó que Morsi fuese el "ganador" de la segunda ronda. La asamblea, como el presidente, fue elegida gracias a una distribución masiva de bienes (de carne, aceite y azúcar) a los que votaron a favor de los islamistas. Y, sin embargo, los "observadores extranjeros" no pudieron observar esta situación que abiertamente habría ridiculizado a Egipto. La disolución de la asamblea se retrasó por el ejército, que quería dar tiempo a la Hermandad a desacreditarse a sí misma, negándose a abordar los problemas sociales (empleo, salarios, escuelas y la salud).



El sistema sigue su lugar, "presidido" además por Morsi, es la mejor garantía de que lumpen-desarrollo y la destrucción de las instituciones del Estado, que son los objetivos perseguidos por Washington, va a continuar. Vamos a ver cómo el movimiento revolucionario, que todavía está firmemente comprometido con la lucha por la democracia, el progreso social y la independencia nacional, va a seguir después de esta farsa electoral.



Samir Amin es un economista marxista.





Leer más...

miércoles, 22 de agosto de 2012

EUROPA ES EL ESLABÓN DÉBIL DEL IMPERIO DEL CAPITAL... ENTREVISTA A CLAUDIO KATZ

Europa es el eslabón débil del imperio del capital....Entrevista al economista Claudio Katz


”Europa se ha convertido en el eslabón débil de la cadena de la crisis global. Se esperaba que EE. UU., donde se inició la crisis en 2007/8, iba a ser el centro del temblor, pero finalmente el segmento que resultó más frágil fue la UE, en gran medida por su débil constitución como bloque regional competitivo que recién estaba despertando.”

por Mario Hernández de Rebelión

“Cuando hablamos del imperialismo no podemos tomar un punto de vista imparcial”

Mario Hernández (MH): Vamos a estar comunicados telefónicamente con el economista Claudio Katz analizando su último libro Bajo el imperio del capital que ha recibido una mención honorífica del Premio Libertador al Pensamiento Crítico, edición 2011, que le entregará personalmente el comandante Hugo Chávez Frías en el teatro Teresa Carreño de Caracas el próximo 7 de setiembre.

También contamos con una visita inesperada. Está en Buenos Aires desarrollando actividades académicas el historiador colombiano Renán Vega Cantor, docente de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá, nos encontramos a desayunar y gentilmente aceptó la invitación de acercarse a la radio. Vamos a conversar brevemente con él antes de comunicarnos con Claudio Katz y luego nos va a ayudar a hacerle la entrevista.



Renán Vega Cantor (RVC): Muy agradecido de la oportunidad que me das de participar de este programa.



MH: ¿Qué te trajo nuevamente a Buenos Aires? Recuerdo que estuviste el año pasado.



RVC: He venido a participar de un coloquio sobre Pensamiento Crítico que se realizó lunes, martes y miércoles.



MH: Y hoy estarás participando en una mesa redonda en la facultad de Filosofía y Letras.



RVC: A las 19:00 habrá un panel con Antonino Infranca, Sergio Tischler y quien les habla en una exposición sobre la vigencia del Pensamiento Crítico.



MH: Me gustaría que nos dieras un panorama de la actualidad colombiana.



RVC: Colombia está viviendo en estos momentos una situación política bastante compleja e interesante en la medida que han resurgido un conjunto de luchas sociales que involucran a distintos sectores.



El año pasado hubo una movilización estudiantil muy importante, la más importante en los últimos 40 años en el país, que trajo como resultado obligar al gobierno a archivar provisoriamente su reforma educativa.



También se ha presentado una importante movilización de sectores campesinos e indígenas, siendo el hecho más significativo y que más impacto internacional ha tenido la movilización en el departamento del Cauca.



MH: Una movilización estudiantil que tuvo el éxito que todavía no ha tenido la de los estudiantes chilenos.



RVC: Se vivió un primer momento en el cual se cumplió el objetivo inicialmente planteado que era que el gobierno retirara la propuesta a la reforma a la educación superior. Es una reforma profundamente regresiva aunque en la práctica ya se ha ido imponiendo en los últimos 20/25 años que apunta a privatizar absolutamente el sistema educativo muy al modelo chileno, es decir, convertir a la educación en una empresa rentable, con ánimo de lucro, que invierta en la Bolsa y solo puedan estudiar los que puedan pagar, es decir, la venta de servicios educativos más otros elementos adicionales tendientes a mercantilizar la educación convirtiéndola en un servicio que se compra y se vende como cualquier otro.



Ahora se está en una segunda fase de reacomodamiento donde se está preparando un proyecto alternativo por parte de los estamentos universitarios.



MH: Tengo entendido que también hay una política privatizadora muy fuerte en la salud.



RVC: Llevamos 20 años de aplicación de la llamada Ley 100 cuyo promotor en el Senado de la República fue un personaje mundialmente famoso hoy, pero nefasto para Colombia, que es el ex presidente Alvaro Uribe Vélez. Esto ha llevado a que la salud en Colombia se convierta en uno de los negocios más rentables para unos cuantos grupos privados porque hizo que desaparecieran la red de hospitales públicos. Durante los 8 años de su gobierno se cerraron 800 hospitales públicos en el país. Estamos hablando de hospitales en distintas cabeceras municipales a lo largo y ancho del país.



En un lugar determinado existía un hospital municipal que cubría las necesidades de ese casco municipal y las veredas circundantes y en algunos casos incluso de una mayor cobertura cubriendo una buena parte de un Departamento. Eso se privatizó o directamente se liquidaron los hospitales, se liquidó el personal y en su lugar hay lo que en Colombia llaman las EPS (Empresas Prestadoras de Servicios) que son simplemente negocios privados que ha hecho que el sector de salud privada sea la empresa que más ha crecido después de la empresa petrolera nacional que también está en proceso de privatización. La salud en Colombia está privatizada hace 2 décadas.



MH: Entonces el neoliberalismo sigue firme en Colombia.



RVC: Absolutamente firme. De alguna manera la movilización que se está presentando ahora es la respuesta, 20 años después, cuando la gente empieza a sentirse asfixiada por la privatización de buena parte de los servicios básicos.



El Premio Libertador al Pensamiento Crítico da una voz a los que escribimos desde un ángulo antiimperialista, crítico y anticapitalista.



MH: Concretamos la comunicación con Claudio Katz. Buenos días, Claudio. Te comentaba que estamos en los estudios en compañía de Renán Vega Cantor, Premio Libertador al Pensamiento Crítico que me decía que creía que cuando se otorgan 3 menciones honoríficas, como es tu caso, se debería otorgar el premio mayor.



Claudio Katz (CK): (Risas) Bueno, muy agradecido por la iniciativa. Supongo que quedará en manos de los organizadores, desconozco cómo es la estructura de eso, pero lo felicito por la idea.



RVC: Buenos días, Claudio, para mí es un placer saludarlo desde acá de manera sorpresiva.



CK: No sabía que estabas aquí. Yo también aprovecho para saludarte.



RVC: Estamos de paso por Buenos Aires y me encontré con Mario y me dijo que tenía programado hablar con Ud. y para mí es muy grato estar aquí como decimos en Colombia un poco de colado o de pato.



CK: Siempre sos bien recibido.



MH: Bajo el imperio del capital ha obtenido una mención honorífica por parte de las autoridades del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2011 y decía que era la tercera porque en 2004 recibiste otra por El provenir del socialismo y en 2008 por Las disyuntivas de la izquierda en América Latina que contó a Renán entre los jurados.



RVC: Fui jurado en esa oportunidad y justamente uno de los libros que llegó hasta los debates finales y candidateado entre los primeros fue el de Claudio. Para mí sus libros tienen varias cosas que difícilmente se encuentran en otros libros publicados en la izquierda, son muy rigurosos, muy documentados, pero a su vez el nivel de exposición es absolutamente sencillo y asequible a un público amplio.



MH: Lo pusiste en un aprieto porque ahora va a tener que explicar la teoría marxista clásica del imperialismo desde donde arranca Bajo el imperio del capital y cuáles son los nuevos escenarios de esa conformación económica y política.



CK: Primero vamos a intercambiar flores con Renán. Yo también pienso que sus trabajos son muy consistentes y además la existencia de un premio internacional al Pensamiento Crítico ha renovado el interés por las publicaciones en el pensamiento progresista y de izquierda. Me parece que es una instancia muy interesante con jurados consistentes y da una voz a los que escribimos desde un ángulo antiimperialista, crítico, anticapitalista.



En el caso de mi último libro tiene un propósito de denuncia y analítico buscando poner al día y actualizar la teoría del imperialismo. Primero lo hace con un aspecto de denuncia porque cuando hablamos del imperialismo no podemos adoptar un punto de vista imparcial. Discutir el imperialismo es hablar de acontecimientos atroces que todos los días quedan disueltos en un vendaval de noticias.



Vemos aviones de EE. UU. asesinando familias en la frontera de Pakistán y Afganistán, marines atacando gente inocente, bombardeos de funerales, tropas especiales de EE. UU. en acciones de asesinatos selectivos a nivel internacional, la legalización de la tortura, la organización de sabotajes a economías adversas como la de Irán, guerras sangrientas en Africa para asegurar el control de las materias primas.



Mucha atención en América Latina a varios acontecimientos, a las bases estadounidenses en Colombia, a la guerra social que se está librando en México para instalar formas de autoritarismo en la vida cotidiana donde EE. UU. provee las armas y supervisa la persecución a los narcotraficantes y en Centroamérica una escalada de homicidios contra los pobres, contra los refugiados, una guerra de baja intensidad siempre con el argumento pueril de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.



Actualizar la teoría del imperialismo, antes de debatir conceptos y caracterizaciones más finas, es una polémica contra las justificaciones del imperialismo.



El libro es una discusión contra los argumentos neoconservadores que realzan las virtudes civilizatorias del imperialismo, contra los análisis pragmáticos que justifican la perpetuación del status quo, contra la teoría del derecho internacional que justifica intervenciones “humanitarias”, donde hay tropas siempre disponibles para socorrer a algún aliado occidental de las compañías transnacionales pero nunca para proteger a los palestinos, a los colombianos, a los pueblos africanos que soportan masacres todos los días.



Para mí discutir del imperialismo es partir de esta denuncia y, sobre todo, entender que no es un resabio del pasado como imaginan algunos liberales, tampoco un rasgo negativo e indeseado del sistema sino una necesidad del capitalismo para asegurar la reproducción de un sistema de explotación. En este marco discuto las teorías del imperialismo, busco afinar, actualizar, analizar cómo tenemos que abordar este problema hoy.



MH: Voy a hacer una pequeña digresión porque la academia había abandonado el concepto de imperialismo. No se hablaba más, se hablaba de globalización, de mundialización pero no de imperialismo. Una de las cuestiones que más me ha interesado de tu trabajo es justamente haber rescatado este concepto.



CK: Exactamente.



MH: Hablar de imperialismo era demodé.



CK: Totalmente. Hace por lo menos 20 años que, entre los especialistas, primero fue sustituido por el análisis de la globalización, pero entre los pensadores críticos en los últimos 15 años se ha hablado del neoliberalismo, incluso a partir de la última crisis de 2008 de la crítica al capitalismo, pero el concepto imperialismo quedó como marginado. Me parece que volvió a ocupar un papel relevante a partir de la invasión norteamericana a Irak, a partir de Bush, en ese momento el ejercicio descarnado de la acción imperial hizo que muchos intelectuales volvieran a discutir el tema.



A mí me parece que el concepto imperialismo es justamente relevante porque es útil para analizar cómo, en la etapa actual, en la etapa del neoliberalismo, en los últimos 20/30 años, hay una reconfiguración de las relaciones de poder a escala internacional y el concepto es útil para entenderla porque hay que analizarla teniendo categorías que nos permitan comprender que estamos en una época muy distinta a la del imperialismo clásico de Lenin y al período típico de posguerra.



MH: ¿Cuáles serían esas diferencias?



CK: Si comparamos la época actual con el período clásico de Lenin tenemos que tener en cuenta que hay por lo menos 2 elementos que distinguen significativamente el análisis del período actual del leninista clásico.



El primero y más importante, es que no estamos en una época signada por guerras interimperialistas. En la actualidad una confrontación bélica entre Japón y EE. UU. o entre Francia, Alemania o Gran Bretaña es simplemente impensable, inimaginable, en cambio en la época de Lenin todos los problemas políticos se razonaban a partir de conflictos bélicos entre potencias y no solo económicos. Los conflictos comerciales, financieros o productivos entre las potencias se proyectaban inmediatamente a la esfera militar.



En la época actual no lo hacen. Me parece importante comprender que desde la posguerra se produjeron un conjunto de transformaciones estructurales en el funcionamiento del imperialismo que nos obligan a captarlo y analizarlo de otra manera.



También hay que tener en cuenta que la idea de estancamiento, de parasitismo financiero que era un criterio que organizaba la visión leninista debe ser adaptada a una época de mundialización neoliberal donde se ha renovado en forma dramática la competencia entre grupos oligopólicos alrededor del aumento de la productividad, de la búsqueda de nuevos mercados y no solo de una rivalidad entorno al manejo del excedente financiero.



En Bajo el imperio del capital exploro 3 tendencias estructurales del imperialismo contemporáneo que me parece que organizan una visión del sistema en la actualidad.



La primera es la creciente asociación internacional de capitales, por eso el libro lleva por título “el imperio del capital”. Me parece que el surgimiento de compañías internacionales como actores relevantes del período actual nos permiten captar que estamos en un período de mundialización financiera, de internacionalización productiva, de interconexión comercial, que acrecientan los desequilibrios del capitalismo en comparación al pasado, pero al mismo tiempo refuerzan la necesidad de un sostén coordinado del sistema.



Este salto cualitativo en la mundialización del capital es una tendencia que comenzó a esbozarse en la posguerra, se desenvolvió en forma importante a partir de la crisis del 70 y en el período del neoliberalismo se ha profundizado significativamente.



La segunda es que hay una gestión imperial más colectiva, con creciente preponderancia de guerras globales comunes en comparación a las guerras hegemónicas de cada potencia. Francia puede enviar tropas a Costa de Marfil e Inglaterra afianzar su presencia militar en Malvinas, pero en los grandes escenarios como Medio Oriente, en los grandes conflictos, hay una acción coordinada en torno a la OTAN, por eso la unidad colectiva ha sustituido a la defensa nacional como principio rector. Cuando hay un conflicto hay coordinación global.



Existe un tercer proceso que explica en gran medida los anteriores y es el rol estratégico protector que cumple EE. UU. para todo el capitalismo mundial. Hay mucha discusión acerca de cuál es el grado de declive de la primera potencia pero no cabe duda que actúa como un sheriff global que auxilia al grueso de las clases dominantes. Frente a coyunturas complejas de insurgencia popular o inestabilidad geopolítica, EE. UU. sigue cumpliendo un papel clave, por eso maneja la mitad del gasto militar mundial.







China es el gran cambio de la época.







MH: ¿Cómo ubicamos dentro de este análisis a una potencia emergente como China?



CK: Sin lugar a dudas es el gran cambio de la época porque una de las grandes transformaciones que estamos observando es un ascenso fulminante de China que está consumando su conversión en una economía central. Este proceso acompaña otra gran novedad de la época que es el desplazamiento del eje productivo desde occidente a las regiones asiáticas.



Este ascenso de China es importante analizarlo tomando con mucho cuidado 2 conceptos que se utilizan mucho y me parece que pueden conducir a ciertos errores. El primero es colocar a China junto con el resto de los BRICS y hacer un paquete único.



MH: O sea junto con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica.



CK: No se puede decir que hay un grupo emergente que avanza sin tener en cuenta que entre China y el resto hay una diferencia cualitativa. Brasil está cumpliendo un papel importante porque le vende materias primas a China. No están en el mismo plano.



La verdadera potencia que está cumpliendo un papel clave y que en la crisis internacional se ha demostrado que actúa como acreedora de EE. UU. en el plano financiero es China, no Brasil ni Sudáfrica.



La otra idea que puede dar lugar a confusiones es analizar el proceso en términos de multipolaridad, en una simple dispersión del poder global entre un conjunto de regiones y potencias. Lo que tenemos en este momento es una crisis de hegemonía de las viejas potencias centrales pero está asociada con una internacionalización de las empresas transnacionales. Aquí podemos observar otra diferencia con la época leninista.



China emerge no solo como potencia autónoma sino también económicamente asociada a los poderes centrales. China pasa a ocupar un lugar clave como poder pero ocupa ese lugar porque está conectada al comercio y las finanzas internacionales. No es como en el pasado que Japón emergía como un rival de EE. UU. y terminaron en guerra.



China emerge como potencia pero al mismo tiempo como una economía muy conectada a los países centrales, por eso ha ocupado un rol clave en el socorro de los bancos en la crisis de 2008 y ha estado muy interesada en que no llegara a mayores para poder mantener su corriente de ventas de productos que le garantizan el excedente comercial.



En el caso de China tenemos un escenario abierto y hay que tener mucho cuidado en un análisis que todavía no define una tendencia.







RVC: Quería preguntarle a Claudio cuál sería la cuestión del Estado nacional porque una gran diferencia con el análisis de la economía internacional, del imperialismo y la globalización, está relacionado con la aparente disolución de los estados nacionales y de lo que en otros tiempos se llamaba la cuestión nacional que tenía que ver con los problemas de dominación colonial, con el sometimiento de un Estado por otro, de invasión territorial a una nación y casos por el estilo.







¿Cuál sería el papel de hoy cumple el Estado nacional en esta reconfiguración imperialista?



CK: Creo que en este terreno me parece importante remarcar un aspecto que se analiza en el libro y que es la polémica con la teoría del imperio de Toni Negri, de William Robinson, que suponen que hemos entrado en una época donde los estados nacionales se disuelven, donde las clases dominantes se transnacionalizan y por lo tanto deja de existir la vieja estructura de organización del planeta en torno a estados nacionales. Creo que eso es un error.



No hay que confundir una tendencia cierta a la internacionalización del capital, a su asociación mundial, con las exageraciones del globalismo convencional. Me parece que esas visiones omiten el rol central que continúan preservando los viejos estados nacionales en el marco de un avance de la mundialización. Es un error suponer que estructuras globales que están apareciendo en forma embrionaria ya pueden cumplir funciones estatales básicas. Están la OMC, el FMI, el Consejo de Seguridad de la ONU, pero esos organismos internacionales o sus equivalentes regionales, como la Unión Europea o el Mercosur, no pueden sustituir una construcción histórica como es el Estado nacional.



Estamos en una etapa de convivencia, de coexistencia de estructuras paraestatales regionales y mundiales con el viejo mecanismo del Estado nacional que es el único dispositivo, la única estructura que sigue contando con la legalidad, la legitimidad y el poder suficientes para garantizar el predominio de las clases dominantes.



Este solo se puede ejercer a través de las estructuras nacionales y me parece que con criterios transnacionalizados no se puede razonar, comprender las mutaciones regionales y el reordenamiento del mapa de potencias que estamos observando hoy en día.



En síntesis, hay un elemento interesante que percibe esta corriente que es el avance de la mundialización pero lo hace en términos tan exagerados que termina anulando el propio aporte que hace para la comprensión del actual período.







Europa se ha convertido en el eslabón débil de la cadena de la crisis global







RVC: Le quería manifestar que tuve oportunidad de conocer su libro en Colombia editado por Espacio Crítico y cuando lo leí me sorprendió que Ud. plantee tan claramente los debates más importantes que hoy se dan a nivel mundial con relación a la teoría del imperialismo y su necesaria actualización.



¿Cuál sería la situación de la Unión Europea (UE) con respecto a esa contradicción entre transnacionalización y predominio de los estados nacionales y la importancia que tienen los acontecimientos en ese continente con relación al fortalecimiento de determinados estados en el período inmediato? ¿Cómo ves la posible disolución de a Unión Europea y la hegemonía del dólar sobre el euro?



CK: Europa se ha convertido en el eslabón débil de la cadena de la crisis global. Se esperaba que EE. UU., donde se inició la crisis en 2007/8, iba a ser el centro del temblor, pero finalmente el segmento que resultó más frágil fue la UE, en gran medida por su débil constitución como bloque regional competitivo que recién estaba despertando.



Desde el punto de vista de los temas que estamos discutiendo hoy, hay algunos hechos interesantes. El primero es que se ha demostrado que la UE descansa en el poder de Alemania que se constituyó luego de la anexión de Alemania Oriental y durante 10 años aumentaron la productividad por encima de los salarios convirtiéndose en una potencia exportadora, acuñaron el euro y se ha constituido en el verdadero eje de la UE y la potencia que determina qué país sigue y cuál se va del euro.



En Europa se están reconfigurando relaciones internas de centro-periferia. El centro es Alemania y su socio político-militar, Francia, y la periferia son Irlanda, Portugal, Grecia y en el medio, países como España e Italia, entre uno y otro campo.



Pero al mismo tiempo, con una gran debilidad exterior frente a EE. UU. No nos olvidemos que la capacidad que mantiene este último país para intervenir en los acontecimientos políticos mundiales es abismalmente superior a la del eje franco-alemán y esto se demuestra porque en los momentos críticos de la crisis mundial los grandes capitalistas se refugian en el dólar, los bonos del Tesoro estadounidense o en la City londinense, pero no lo hacen en Alemania, Francia o el euro.



Hay una diferencia cualitativa entre el proceso de construcción de un poder regional a nivel europeo y otro mundial-imperialista asentado, como es el dispositivo que maneja EE. UU.



La crisis europea es el elemento abierto de la crisis mundial y especialmente ahí tenemos que cambiar el foco de análisis y en vez de poner el acento solo en lo que ocurre entre las clases dominantes, tenemos que ver qué está pasando con la resistencia popular.



Europa importa hoy por el rol que están cumpliendo los movimientos sociales que han irrumpido en España y Grecia y su combatividad es la que puede abrir un horizonte progresista a la crisis mundial actual, algo que no se observa en otras partes del mundo.







Evitemos un análisis oportunista del impacto de la crisis sobre Argentina







MH: Se nos termina el programa y no quería dejar de preguntarte, aunque sea brevemente, sobre la economía argentina. Ayer me enviaste un artículo sobre la situación nacional y la pregunta sería ¿se nos cayó el mundo encima?



CK: No. Tenemos que evitar un análisis oportunista del impacto de la crisis global sobre Argentina y decir un día que se nos cae el mundo encima y adelantamos las elecciones con ese pretexto y al otro día que tenemos un sistema económico blindado frente al mundo por la fortaleza del modelo.



El efecto es muy contradictorio porque efectivamente el impacto de la crisis sobre Brasil afecta nuestras exportaciones industriales y el nivel de empleo, pero los acontecimientos europeos no tienen incidencia sobre la economía nacional y el relativo aislamiento del sistema financiero argentino del quebranto mundial hace que los vaivenes de las Bolsas y los quebrantos de los bancos europeos no nos afecten directamente.



Además, y ahí viene el elemento clave, el precio de la soja, nuestra principal exportación, está en un récord impensado, por encima de los U$S 600 la tonelada y si siguen los problemas climáticos en EE. UU. y la especulación con las materias primas, la mejora en los términos de intercambio permitirá una afluencia de dólares muy importante al país.



Los elementos de desequilibrio que enfrenta el modelo actual los sitúo especialmente en la inflación, la salida de capitales y el déficit fiscal y obedecen a grietas por desequilibrios anteriores que viene acumulando el modelo económico neodesarrollista que está implementando el gobierno.



Son desequilibrios que no tienen el alcance de la crisis de 2001, que ni siquiera pueden tener el impacto del parate de 2009, pero que estructuralmente están afectando la posibilidad que tiene el pueblo argentino de mejorar su nivel de vida y reducir la desigualdad. Es un modelo que no está modificando la dependencia del monocultivo de soja, que no permite una reindustrialización consistente, que continúa atado a actividades extractivas como la megaminería, que no resuelve los problemas estructurales del transporte, que ha generado un desequilibrio de largo plazo por la pérdida del autoabastecimiento energético y que no hace una reforma impositiva indispensable para reducir los niveles de desigualdad y permitir que los trabajadores informales cuenten con la protección social que requieren.



El trabajo que envié ayer -“Contrasentidos del neodesarrollismo”-, intenta este diagnóstico general de en qué punto se encuentran los problemas de la economía argentina.



MH: Tengo entendido que el próximo 7 de setiembre se entregará el Premio al Pensamiento Crítico Libertador Simón Bolívar, ¿vas a viajar a Caracas?



CK: Me tienen que confirmar la fecha, Renán conoce bien el tema porque él estuvo como ganador, que la entrega es un acontecimiento importante que cuenta con la presencia del presidente Hugo Chávez. Hay una exposición del primer premiado y luego una serie de actividades culturales de todos quienes recibimos menciones honoríficas.



MH: Te comprometo al aire para que al regreso contemos nuevamente con tu participación en FM La Boca y traernos noticias frescas de Venezuela a pocos días de sus elecciones presidenciales.



CK: Será un gusto. Las encuestas confirman el triunfo de Chávez. Hay un hecho interesante respecto de su enfermedad que no le impidió tener en estos momentos una participación activa en la campaña electoral. Creo que Venezuela será nuevamente uno de los epicentros claves para el futuro político latinoamericano.



MH: Te despide Renán Vega Cantor.



RVC: Nuevamente felicitaciones por el premio y realmente creo que sus contribuciones al pensamiento latinoamericano y mundial son muy importantes. Quiero decirle que uno de los hechos más emocionantes de la entrega del “Simón Bolívar” es que asisten 2000/3000 personas de origen popular y los libros ganadores son editados para entregarlos gratuitamente a los asistentes, lo cual a uno lo reconforta bastante.



CK: Esta combinación entre una selección intelectual rigurosa y al mismo tiempo una difusión popular importante de los textos me parece interesante y muestra un camino de fusión del pensamiento con la práctica popular. Hasta luego.



MH: Renán, ¿qué te dejó a vos haber ganado el premio mayor? ¿En qué año fue?



RVC: En 2007, pero como lo entregan al año siguiente, lo recibí en 2008. Realmente para mí fue un reconocimiento muy significativo fuera del país de una investigación independiente y me ha servido para seguir investigando y escribiendo sobre tópicos muy importantes relacionados con distintos problemas pero, sobre todo, en relación a la realidad colombiana.



Estoy muy interesado en que se conozca a nivel mundial la crítica situación de mi país, que va mucho más allá de la propaganda oficial y, sobre todo, por los luchadores sociales, los dirigentes populares, los defensores de los Derechos Humanos que todos los días son acosados y también asesinados y desaparecidos en un río de sangre que nunca parece terminar y se prolonga por más de medio siglo.



Leer más...