Cambio de ciclo y lucha por la hegemonía
José Antonio García Rubio / jun 11
I.- El 15 de mayo de 2011 concluyó definitivamente la transición.
Desde luego, en lo social. Se cuestiona el consenso como forma de imposición de los criterios fundamentales de las clases dominantes; quedó en evidencia todo el sistema de representación política, que se concreta en la Ley Electoral; se denuncia el arco de bóveda del sistema en España: el imperio del capital financiero sobre la economía, la cultura y la política; se niega la validez del modelo de relaciones laborales que han dado lugar a lo que se llama "el precariado"; y se critica severamente la función asignada a la educación, y muy especialmente a la Universidad, entre otras cosas. Pero es cierto que el movimiento de las plazas no ha tenido aún una trascendencia política significativa, posiblemente por su propia autolimitación, y ha originado una escasa repercusión electoral. En cualquier caso era difícil esperar un mayor trasvase electoral en un espacio tan corto de tiempo como el que va del 15 al 22 de mayo.
II.- El 22 de mayo del 2011 se hizo evidente el hundimiento de las políticas socialdemócratas.
Aunque nos equivocaríamos si de ahí dedujéramos el hundimiento del PSOE. Conserva un número muy importante de votos, una gran cantidad de alcaldes y concejales; el Gobierno de la nación, el control de los principales medios de comunicación públicos y de algunos privados, una excelente relación con el poder económico, y ha accedido a una situación de no beligerancia con los sindicatos de clase.
Pero no hay espacio para las políticas socialdemócratas, tal como se han entendido a partir de la II Guerra Mundial. Su resultado, en el que también tiene mucho que ver las luchas de la clase obrera, ha sido el Estado de Bienestar, implementado mediante un pacto social que garantizaba al capital la autonomía en la obtención de sus beneficios y le condicionaba más o menos, según los países, en el reparto de una parte de las rentas obtenidas. En España, ni eso: la diferencia en el gasto social es de 7 puntos con relación a la media de la UE y tenemos el nivel más bajo de empleados públicos en servicios sociales por habitante de la Europa de los 15. Pero ahora el poder económico, o sea "los mercados", ha decidido cancelar ese pacto y eliminar cualquier intromisión significativa de la democracia tanto en la obtención como en el reparto de la renta.
Esta condición ha sido completamente asumida por las direcciones de los partidos socialdemócratas europeos. Por ello, y como ejemplos, el partido laborista inglés inició la llamada "tercera vía", los socialistas franceses eligieron a un personaje como el ex presidente del FMI, Dominique Strauss-Khan, para candidato a la Presidencia de la República y Rodríguez Zapatero anuncia tras la catástrofe electoral la continuidad de su política.
¿Pero, si no hay espacio para una política socialdemócrata por la cancelación del pacto social por parte de los sectores determinantes del capitalismo, cual puede ser la utilidad y función de los partidos socialdemócratas?
III.- La refundación de la socialdemocracia ni es posible ni es necesaria.
El gran problema de esos partidos es que desde hace ya algún tiempo no hay coherencia entre sus políticas neoliberales y los intereses de su base social. Eso, más pronto que tarde, lleva a una crisis profunda y lo peor es que no se puede recuperar la Arcadia perdida. No hay base objetiva para la recuperación de las políticas de rentas de la socialdemocracia como núcleo fundamental del consenso social que justificaba la hegemonía del capitalismo. Éste necesita la apropiación de cada vez más excedente para solucionar la crisis de la tasa de ganancia (que es el fondo de la crisis actual), incluso a riesgo de deprimir la demanda hasta límites que impiden la recuperación; tiene que incorporar aún más prestaciones de los servicios públicos al mercado como mercancías y limitar las libertades democráticas vaciándolas de contenidos.
Por eso hoy muchas reformas ya no son funcionales con el desarrollo del capitalismo ni contribuyen a su consolidación. Como ocurre con la banca pública, son incompatibles con las políticas neoliberales y los modelos de salida de la crisis que estas intentan imponer. No es posible volver al pacto social. O salida neoliberal de la crisis o salida anticapitalista. No hay espacio para otra cosa.
IV.- El cambio de ciclo no será una fase más de la alternancia.
Si no hay reforma de la Ley Electoral, el PSOE concederá al PP un buen regalo: la obtención con el 44% de los votos, e incluso con menos, de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.
En esa nueva situación, sin el cemento que proporciona el poder y sus efectos colaterales, sin espacio para reconstruir el pacto de rentas con el capital para financiar el Estado de Bienestar (reforma fiscal progresiva, dotación de los servicios públicos fundamentales, reforzamiento de los sistemas de protección social y pensiones públicas, etc.), y con un previsible agravamiento y alargamiento de la crisis, las posibilidades de recuperación de la influencia electoral de los partidos socialdemócratas son muy discutibles.
No es posible, sostener indefinidamente una influencia electoral, política, cultural e ideológica determinantes entre la ciudadanía de izquierdas con una política de derechas.
V.- Se abre la etapa de la lucha por la hegemonía entre la ciudadanía de izquierdas.
En la nueva época política que se ha abierto con las elecciones municipales aparecen condiciones nuevas y más favorables para disputar la hegemonía en el seno de lo que se llama la ciudadanía de izquierdas (yo prefiero el concepto francés "el pueblo de izquierdas"). No estoy hablando del "sorpasso" electoral, que sería una versión esquemática y limitada de lo que creo que está en juego. Se trata de la hegemonía en el sentido profundo y completo que le daba Gramsci. Parte de la imposibilidad de recuperar la socialdemocracia e incluye también el combate frente al individualismo, la xenofobia y la antipolítica (auténtico vestigio del pensamiento franquista), herramientas ideológicas con las que la extrema derecha intenta penetrar entre los trabajadores.
Este es el factor estratégico crucial para el PCE y para el proyecto de IU en los próximos años. Y las reglas de esa batalla están definidas en la teoría y comprobadas en la práctica. Desgraciadamente, hemos tenido más oportunidades de aprenderlas de las derrotas que de las victorias y por ello seriamos especialmente responsables si volviéramos a ser derrotados por ignorar ese aprendizaje.
La hegemonía es siempre de clase, se expresa por la superación de la contradicción entre la práctica (las condiciones de explotación) y la teoría (la concepción general del mundo) y se concreta en la iniciativa política, primero, y en el ejercicio del poder político, después cuando se logra. El constructor de la hegemonía es el Partido y su resultado es la consolidación y el desarrollo del bloque social que hace suya y sustenta esa iniciativa política. Creo que esa es la tarea prioritaria del PCE y de sus militantes en IU en el próximo período, que va más allá de las elecciones generales próximas.
Una herramienta importante para avanzar en esa dirección es la iniciativa de Convocatoria Social, que permita concretar programáticamente una alternativa sólida de superación del capitalismo, con medidas claramente opuestas a las políticas neoliberales.
En coherencia con lo planteado más arriba, esos contenidos programáticos no reconducen a la refundación (imposible) de la socialdemocracia. La iniciativa política que debemos sustentar propone reformas que no pueden calificarse de reformistas porque hoy son inasumibles por el neoliberalismo, como consecuencia de la propia evolución del capitalismo. Por poner tres ejemplos, la jornada de 35 horas, la tasación de las transacciones financieras o el fortalecimiento del sistema público de pensiones…
VI.- Hegemonía y política de alianzas.
La cuestión clave no es la formación de un grupo parlamentario amplio en el próximo Congreso de los Diputados. Eso es una condición conveniente pero no suficiente. Lo esencial es que ese grupo parlamentario pueda ser un instrumento eficaz en la lucha por la hegemonía política, social y cultural. Es decir, un grupo parlamentario que pueda transformar el discurso en práctica política coherente y del que no se desprendan ante la sociedad concepciones de fondo divergentes. Si no fuera así, la batalla estaría pérdida por un largo período y las oportunidades que facilita la crisis quedarían definitivamente desaprovechadas para un programa de transformación profunda de la sociedad.
* Secretario de Economía y Trabajo de Izquierda Unida Federal
miércoles, 29 de junio de 2011
CAMBIO DE CICLO Y LUCHA POR LA HEGEMONÍA
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