La victoria electoral del Islam político en Egipto
Domingo 8 de julio de 2012 por CEPRID
Samir Amin
Pambazuka News
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
La victoria electoral de los Hermanos Musulmanes y de los salafistas en Egipto (enero de 2012) no es de extrañar. La disminución provocada por la actual globalización del capitalismo ha producido un extraordinario aumento en las llamadas actividades "informales" que ofrecen medios de subsistencia de más de la mitad de la población egipcia (las estadísticas dan una cifra del 60%).
Y la Hermandad Musulmana está muy bien posicionada para tomar ventaja de esta disminución y perpetuar su reproducción. Su ideología simplista confiere legitimidad a una miserable economía de mercado/bazar que es totalmente contraria a los requisitos de cualquier desarrollo digno de este nombre. Los medios fabulosos financieros prestados a la Hermandad Musulmana (por los Estados del Golfo) les permite traducir esta ideología en acción eficaz: ayuda financiera a la economía informal, los servicios de beneficencia (dispensarios médicos, etc).
De este modo, la Hermandad se establece en el corazón de la sociedad e induce a la dependencia. Nunca ha sido la intención de los países del Golfo apoyar el desarrollo de los países árabes, por ejemplo, mediante la inversión industrial. Ellos apoyan una forma de "desarrollo lumpen" -para usar el término originalmente acuñado por André Gunder Frank- que encarcela a las sociedades interesadas en una espiral de empobrecimiento y exclusión, que a su vez refuerza el dominio de la política reaccionaria del Islam en la sociedad.
Esto no lo habría logrado tan fácilmente si no hubiera estado en perfecto acuerdo con los objetivos de los estados del Golfo, Washington e Israel. Los tres aliados comparten la misma preocupación: frustrar la recuperación de Egipto. Un fuerte, erguido Egipto significaría el fin de la hegemonía triple del Golfo (la sumisión al discurso de la islamización de la sociedad), los Estados Unidos (un vasallaje y pauperización de Egipto, que sigue estando bajo su influencia directa), e Israel (no intervenir en Palestina).
La adhesión de los regímenes al neoliberalismo y la sumisión a Washington fue repentina y total en Egipto bajo Sadat, y más gradual y moderada en Argelia y Siria. La Hermandad Musulmana -que es parte del sistema de poder- no debe ser considerada simplemente como un "partido islámico", sino ante todo como un partido ultra reaccionario que es, además, islamista. Reaccionario no sólo con respecto a lo que se conoce como "problemas sociales" (el velo, la sharia, la lucha contra la discriminación copta), sino también, y en el mismo grado, reaccionaria en las áreas fundamentales de la vida económica y social: la Hermandad está en contra de las huelgas, las demandas, la sindicación independiente, el movimiento de resistencia contra la expropiación de los agricultores, etc.
El fallo previsto de la "revolución egipcia", lo que garantizaría la continuidad del sistema que ha estado en vigor desde Sadat, sigue basado en la alianza del alto mando del ejército y el Islam político. Es cierto que en la fuerza de su victoria electoral hace de la Hermandad que esté ahora en condiciones de exigir más autonomía de la que hasta ahora ha sido concedida por los militares. Sin embargo, la revisión de la distribución de los beneficios de esta alianza en favor de la Hermandad puede resultar difícil.
La primera ronda de la elección presidencial el 24 de mayo se organizó de tal manera que se lograse el objetivo perseguido por el régimen en el poder y por parte de Washington: reforzar la alianza de los dos pilares del sistema -el alto mando del ejército y la Hermandad Musulmana- y resolver su desacuerdo (cuál de los dos va a estar a la vanguardia). Los dos candidatos "aceptables" en este sentido fueron los únicos que recibieron los medios adecuados para ejecutar sus campañas. Morsi (HM: 24%) y Shafiq (Ejército: 23%). El verdadero candidato del movimiento –H. Sabbani- no recibió tales medios y, al parecer, sólo llegó al 21% de los votos (la cifra es cuestionable). Al final de largas negociaciones, se acordó que Morsi fuese el "ganador" de la segunda ronda. La asamblea, como el presidente, fue elegida gracias a una distribución masiva de bienes (de carne, aceite y azúcar) a los que votaron a favor de los islamistas. Y, sin embargo, los "observadores extranjeros" no pudieron observar esta situación que abiertamente habría ridiculizado a Egipto. La disolución de la asamblea se retrasó por el ejército, que quería dar tiempo a la Hermandad a desacreditarse a sí misma, negándose a abordar los problemas sociales (empleo, salarios, escuelas y la salud).
El sistema sigue su lugar, "presidido" además por Morsi, es la mejor garantía de que lumpen-desarrollo y la destrucción de las instituciones del Estado, que son los objetivos perseguidos por Washington, va a continuar. Vamos a ver cómo el movimiento revolucionario, que todavía está firmemente comprometido con la lucha por la democracia, el progreso social y la independencia nacional, va a seguir después de esta farsa electoral.
Samir Amin es un economista marxista.
jueves, 23 de agosto de 2012
LA VICTORIA ELECTORAL DEL ISLAM POLÍTICO EN EGIPTO
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