sábado, 5 de enero de 2013

X Congreso CCOO: ¿Comparecerá el sindicalismo de clase a la mayor colisión de clases de la historia reciente?

X Congreso CCOO




¿Comparecerá el sindicalismo de clase a la mayor colisión de clases de la historia reciente?

Camilo Espino

Viernes 4 de enero de 2013





En los próximos días se va a celebrar el X Congreso Confederal de Comisiones Obreras, en plena recesión económica y catástrofe social combinadas con un preocupante retroceso democrático en la sociedad Todo apunta a que, con un aparato drásticamente recortado, la dirección confederal y la de muchas federaciones, van a tener una línea de continuismo y que este Congreso no se va a destacar por una discusión rica y amplia Pero esta sería más necesaria que nunca para abrir paso a otra dirección, con otro proyecto y con otra gente.



Los sindicatos constituyen un espacio que se organiza en torno a la defensa inmediata de las condiciones laborales y tienen su presencia en un espacio tan estratégico como es la producción y los lugares de trabajo y servicio. Se trata, por tanto, de un espacio natural de intervención para quienes se vinculan con el mundo del trabajo asalariado para lograr colectivamente derechos y condiciones sociolaborales justas mediante la presión sobre el capital. El movimiento obrero organizado y en acción es, por tanto, la base social de transformaciones socio-económicas de calado.





Al mismo tiempo que afirmamos la necesidad de participar en los sindicatos –al fin y al cabo el sindicalismo es lo que hacen organizada y colectivamente los y las trabajadoras, lo hagan bien o lo hagan mal– debemos cuestionarnos la orientación y las prácticas con que se mueven, porque de lo que hagan –lo que hagamos– dependerá nuestro futuro.



El sindicalismo se ha quedado cada vez más sólo y la clase trabajadora cada vez más sin organización. Una parte importante de las clases trabajadoras se han desentendido de los sindicatos, particularmente los sectores más jóvenes. Que ese fenómeno se extienda y consolide o no depende de lo que unos y otras hagamos de ahora en adelante. Pero ese riesgo es sumamente peligroso. Para conjurarlo, un primer paso en la buena dirección que debe dar el movimiento sindical es reconocer que el capital ya no se desenvuelve como antes, que sigue teniendo puntos débiles, y que el sindicalismo no tiene estrategia para aprovecharlos. Y el segundo es marcarse como tarea incluir, involucrar y dar espacio organizado y abierto al conjunto de la clase. Ambos pasos son condición sine qua non para construir otra vez un nuevo movimiento transformador.



En medio de estas encrucijadas se va a celebrar el X Congreso Confederal de Comisiones Obreras en los próximos días, en plena recesión económica y catástrofe social combinados con un preocupante retroceso democrático en la Unión Europea (UE) y en el Estado español dirigidos ambos por políticas ultraconservadoras neoliberales.



1. Continuismo en la dirección confederal de CCOO



Todo apunta a que, con un aparato drásticamente recortado, la dirección confederal, y la de muchas federaciones, va a tener una línea de continuismo. Ante el terror de lo que está por delante, casi todos los que han participado (y debe señalarse la escasa participación en este congreso) abrazan lo conocido. Asistimos a una de esas situaciones donde el bloqueo y la ceguera, no se sabe hasta cuando, arrastran una inercia hacia el desastre.



En este contexto, en medio del pánico (saben que gran parte de su organización va a desaparecer, y que parte de sus puestos se extinguirán) y la confusión (no aciertan a entender por qué sucede, o no identifican su origen; algunos piensan que es cosa sólo del PP y el déficit público, otros que la UE o el capitalismo,…) se elaboran unos documentos con algunas luces y con muchas sombras. Se plantean propuestas organizativas innovadoras que llegan tarde en medio de una crisis institucional y de recursos formidable, al tiempo que se aborda una línea programática encuadrada ideológicamente en la nueva versión del socialiberalismo a la francesa, y con una acción estratégica nostálgica del diálogo social en su día institucionalizado y, a nuestro juicio, parece que irrecuperable.



La dirección que desbancó a la versión más tecnocrática y conservadora del socialiberalismo, encabezada por José María Fidalgo, pareció llegar al liderazgo hace cuatro años con una expectativa socialdemócrata. Sin embargo, su victoria por estrecho margen, y los pactos que llevaron a Ignacio Fernández Toxo a la elección como Secretario General, se tradujo inmediatamente en un proyecto repleto de lastres. Esto es, una victoria que, cuando ha pasado el tiempo del primer mandato, se ha mostrado pírrica, especialmente para los intereses del mundo del trabajo.



El primer lastre vino de la necesidad de aliarse con la corriente fidalguista, con una relación tensa que, pronto, el reparto de poder, áreas y cargos alivió. La orientación política que se fraguó no consiguió rebasar los parámetros políticos de tiempos anteriores salvo en matices (por primera vez, la movilización no era algo despreciable, pero sí un subproducto del fracaso negociador). Unos y otros se repartieron sus espacios de influencia, y el esperado giro progresista apenas tuvo recorrido.



En segundo lugar, la dirección al mando se enceló en un reparto de competencias que ralentizó su iniciativa, porque ante alianzas tan inciertas, todos se refugiaron en su propio departamento, rompiendo con un sentido de equipo que no fuese el de seguir las contadas iniciativas –aunque sin duda muy, demasiado, meditadas– del secretario general. En suma, una de las razones de la falta de reflejos de la organización radica en una línea de trabajo demasiado compartimentada. Además, el propio carácter del secretario general, de una prudencia infinita, que saca de quicio al más sereno maestro zen, sujeta a la organización bajo el peso de una atronadora gestión de silencios –sobreentendidos y autocensuras bloqueantes, que dejan morir los conflictos sin resolverse dejando que la conformidad se instale–, que inmoviliza a unos y a otros a la espera de las ansiadas palabras del secretario general. Cuando se daba cualquier paso, siempre se veía superado por los acontecimientos, sea por la ofensiva del gobierno, sea por la movilización social.



En tercer lugar, para alcanzar el quórum para llegar a la dirección el equipo de Toxo se sostuvo en pactos territoriales y sectoriales, que no siempre guardaron una coherencia y criterio de confederalidad. A este respecto, la nueva dirección del sindicato se apoyaba en las direcciones de territorios históricos y se permitía que políticas sectoriales estratégicas quedasen en manos de federaciones de rama, con el fin de perpetuarse en el poder. De tal modo que, por ejemplo, la política financiera o energética, entre otras, se pautan en mayor medida por intereses inclinados hacia el corporativismo profesional (el empleo por el empleo) que relacionados con un proyecto sindical-político general.



La dirección toxista ha contado también con el apoyo inédito de los autodenominados críticos, que se han sumado a responsabilidades ejecutivas, contando con un peso menor y una influencia subalterna. Finalmente, en estos años se ha acabado fraguando una nueva mayoría confederal en la que se han sumado el grupo dirigente toxista, los antiguos socialiberales y los críticos, en un híbrido ecléctico de difícil coherencia interna, cuya estabilidad se ha fundado en el reparto de áreas de poder.



La falta de orientación no ha quedado vacía, sino que se ha sustentado, fundamentalmente, en elaboraciones de equipos técnicos que anteriormente asesoraban a la anterior dirección fidalguista, este es el principal y preocupante dato en este terreno de cosas. Como únicos contrapesos, cabe afirmar, que la dirección del sindicato se acercó a organizaciones socialdemócratas como IU, distanciándose relativamente del PSOE. Ha abierto debates de interés entre su intelectualidad orgánica, que desafortunadamente no llegan e influyen poco en la base y estructura del sindicato; pero por contra cabe señalar también que desgraciadamente ha clausurado espacios de reflexión críticos con el modelo productivo, el energético y el de salud laboral y ambiental, silenciando las voces disidentes. Y recientemente, para no perder el paso de la movilización social marcada por la ciudadanía indignada, se abrió –con la creación de la Cumbre Social– a algunas organizaciones sociales, si bien no a todas y sin trabajar suficientemente por la convergencia con las más dinámicas y vinculadas a la juventud.



En estos años, estos equilibrios han proporcionado a Toxo mayor respaldo en la organización y, con un nuevo pacto de integración, la posibilidad de la continuidad para un nuevo mandato que, casi con toda probabilidad, se confirmará en el próximo congreso. En términos político-ideológicos esto se traduce en que el socialiberalismo se consolida, aún cuando este adopte un acomodo en la versión menos derechista del mismo. Pero la acomodación, que genera conformidad entre la burocracia ante un discurso ‘atrapalotodo’, no es garantía de que el proyecto sea capaz de afrontar los retos de nuestro tiempo.



El balance de la limitada apertura hacia los nuevos modos y sujetos de la movilización ciudadana ante la crisis y las políticas de austeridad es poco satisfactorio. La relación de los sindicatos con las diferentes mareas presenta un resultado heterogéneo y contradictorio, no exento de aciertos y errores ante la aparición masiva de nuevos actores con voz propia. Finalmente, cabe añadir, que desafortunadamente el movimiento sindical mayoritario no ha fundido sus esfuerzos con la totalidad de la contestación política y social que inundó, a partir del 15 M, las plazas y calles de las ciudades exigiendo la democratización y cambio de política de las anquilosadas instituciones nacidas en la lejana, pactista y caduca Transición. La convergencia con otros actores sociales desde el pluralismo es una asignatura pendiente que solo algunos pocos dirigentes y afiliados entienden y de cuya necesidad no es consciente el grueso de los cuadros sindicales. CCOO no ha abierto todavía de par en par sus ventanas para dejar entrar el aire fresco de la calle y ello es una traba para su puesta al día.



Creo que la dirección, tras brindar por la reedición de su mandato y recolocar a los dirigentes que no cabían en una dirección más reducida, va a sufrir desde el minuto uno algo que cunde alarmantemente: el escepticismo, la desesperación y la duda ante unos hechos incontestables. Ante los desafíos que hoy comparecen la nostalgia no sirve. Sin duda alguna, el estatus institucional (diálogo social, negociación colectiva, reconocimiento sindical, reforma laboral, etc.) nacido en la Transición ha sido barrido del mapa por las clases dirigentes.



El sindicato ha sido convocante principal de múltiples manifestaciones y de dos huelgas generales sin que los objetivos se hayan logrado. La cuestión tras el 14 N es: ¿y ahora qué? Es claro que el objetivo de la consulta popular sobre los recortes juega escaso papel en la actualidad, porque su función de crítica y deslegitimación mayoritaria del gobierno puede ser inocua, en tanto en cuanto el gobierno ha pasado a una nueva fase autoritaria en la que los mecanismos democráticos poco le importan. Y tampoco hay diálogo con gobernantes y patronales tras la movilización. Los sindicatos mayoritarios estaban acostumbrados que tras la movilización se abrían mesas de negociación. No ha sido el caso, pues la estrategia de la burguesía, tal como arriba se señala, ha variado 180º. Las direcciones sindicales deberán también reconsiderar su estrategia de fondo, habida cuenta de los cambios y de la inutilidad de la vía de la concertación y el pacto social. Y, por tanto, modificar sus alternativas y objetivos, al servicio de los cuales deberá diseñarse una táctica de movilización y confrontación de largo aliento.



El debate sobre estos asuntos no se ha tratado con profundidad en este congreso, si bien percibimos que el interrogante late a gran escala. Incluso entre la dirección. Lo importante es que se reconozca que los rezos no valen y se afronte de una vez este cambio estructural. Pero mucho me temo que el reto le viene demasiado grande a esta nueva y vieja dirección. y lo que pueda ofrecer llega demasiado tarde. Es necesaria otra dirección, otra generación que se abra paso, con otro proyecto y con otra gente. Desde hoy es lo que toca preparar, poner cortafuegos en la resistencia y sembrar para el futuro antes de que toda la tierra se queme.



2. Las ponencias congresuales del XX Congreso de CCOO: tesis centrales



En las siguientes páginas abordaremos los contenidos principales de las ponencias para el XX Congreso de CCOO. Indicio de la orientación de lo que su dirección quiere adoptar para el próximo mandato.



2.1. Política económica socialiberal



Los ejes centrales plantean un plan de acción que se mueve entre la adecuación a las nuevas reglas de juego que impone el marco de reformas del gobierno, la movilización y la propuesta.



Los ejes políticos que orientan las ponencias oficiales abrazan las propuestas que calaron recientemente en Francia con el ascenso de François Hollande. En la práctica, se emula el programa que el PSF ha propuesto para Europa –aunque luego no haya sido apenas capaz de llevarlo a cabo- y se importa tal cual para el caso español.



La orientación en materia de política económica acepta el discurso de la reducción del déficit, aunque cumpliendo este objetivo a ritmos “asumibles”, a la vez que se proponen políticas de estímulo a favor de un nuevo patrón de crecimiento y la creación de empleo. Esto es, se propone el oxímoron de los “ajustes de izquierda” combinados con una política de estímulo fiscal a la inversión. Desde este punto de vista, lo que viene a plantearse ante la crisis de las deudas, lamentablemente, no es si deben o no devolverse sino cómo deben pagarse éstas.



Entonces, ¿cómo se proponen abordar una alternativa a la recesión económica?, pues de forma ni excesivamente original, ni suficiente. Podemos resumir los principales puntos, algunos de los cuales merecen un especial comentario, de la forma siguiente



- Aceptar la estabilidad presupuestaria y la reducción del endeudamiento público mediante la promoción del crecimiento, con plazos de cumplimiento de déficit más largos. Evidentemente con esto los ponentes no cuestionan que la política de estabilidad esconde un proyecto contradistributivo (mientras se recortan y privatizan funciones sociales del sector público y derechos esenciales, se provee de generosos rescates al capital bancario), ni advierten con el acento necesario que el problema de la deuda pública radica en unas medidas acumuladas de socialización de pérdidas.



- Establecer otra gobernanza económica de la UE, que reforme la fiscalidad, realice una lucha contra el fraude, la elusión fiscal y contra el dumping fiscal, y que se erradiquen los paraísos fiscales, contando con un impuesto de transacciones financieras internacionales.



- Emitir eurobonos, capaces de impulsar un plan de inversión europeo (BEI) financiado por estos. Destinar recursos para invertir preferentemente en economías afectadas (Grecia, Portugal) por la crisis.



- hacer del BCE el prestamista de última instancia y que su política monetaria persiga objetivos de crecimiento y empleo. Desarrollar una política monetaria flexible y expansiva. Es sorprendente que no se reconozca en las ponencias que el BCE ya ha desarrollado una política monetaria expansiva (aunque lo haya sido algo menos que la de EEUU o el Reino Unido). El tema no debiera ser tanto recuperar una política monetaria expansiva sino más bien, dado el caso, que el BCE regule el sistema y los productos financieros, paute la gestión de la banca (niveles de solvencia, garantías al depositante, criterios de concesión de préstamos, etc.) y que realice su función crediticia.



- Regular el sistema financiero, recapitalizándolo con dinero público, para que pueda fluir el crédito. El sector financiero privado tendría que contribuir al coste de la capitalización provisionando las minusvalías implícitas. Con este tipo de propuestas la ponencia asume que los rescates al sistema financiero se hagan con dinero público; se exigen condiciones muy limitadas a cambio, mientras que los rescates a la deuda soberana, por ejemplo, imponen a la ciudadanía una condicionalidad draconiana.



- Abrir líneas de crédito ICO. Reactivar el crédito financiando proyectos de empresas viables.



- Mantener una parte del sector financiero bajo titularidad pública, para operar con recursos suficientes en la intermediación financiera y actuando ante situaciones de restricción crediticia. Si se vuelven privatizar las entidades nacionalizadas debe evitarse que los contribuyentes asuman el coste de reestructuración social. Las entidades financieras deben devolver al máximo posible la inversión pública realizada. El Estado debe evitar la creación de un oligopolio financiero de consecuencias excluyentes. Por tanto el documento renuncia a una banca pública bajo control social que se establezca en el centro del sistema financiero, se conforma con la periferia y restos de las viejas cajas de ahorros –lo que equivale a asumir una socialización de pérdidas brutal con la nacionalización de entidades insolventes– y resignándose, ante una presumible reprivatización de las nacionalizadas, a ponerle un precio.



- Depuración de responsabilidades de gestores, auditores y supervisores. Limitar las retribuciones de los directivos. Impedir reparto de dividendos mientras haya necesidades de capital o de retorno de la inversión pública.



A escala de la UE se propone en las ponencias una refundación en base a un nuevo contrato social europeo y la democratización de las instituciones de la UE, que se apoye en una fiscalidad común europea de carácter progresivo; una política económica favorable al pleno empleo; normas laborales y sociales básicas europeas; servicios públicos, educativos y de salud, de acceso universal; y, por consiguiente, un gobierno económico de la UE con competencias fiscales. El problema de esta posición es que no se sabe en quién se va a apoyar (sujetos, organizaciones, instituciones,…) o de qué forma se va actuar (tipo de movilizaciones, presión social, huelgas, etc.) para lograrlo y, esta espera, por tanto, puede hacerse eterna.



2.2. Crecimiento, empleo y… ¿medioambiente?



Además, se sigue el esquema clásico de crecimiento productivista –sólo “corregido” por una “diversificación” del tejido productivo–, supuesta condición necesaria para crear empleo. La forma para promover dicho crecimiento es el “estímulo económico” –tomando la terminología de Obama y los keynesianos de derechas–, asumiendo que hay que reducir el déficit y la deuda, es decir, invertir y al tiempo ajustar: ¿otro oxímoron? De nuevo, se toma el argumentario de la competitividad, el objetivo de ganar cuota de mercado para la economía española, eso sí, por la vía keynesiana de aumentar la inversión (¿pero si la rentabilidad está por los suelos y el sector público ha de pagar su deuda, cómo lo harán?) y aumentar la demanda. Vienen a decir que la estrategia es la de una cooperación entre sector privado y público para la reactivación competitiva vía precios, actuando sobre costes de producción y distribución, costes laborales y beneficio empresarial. ¿Y quién le va a poner el cascabel al gato de los beneficios empresariales?



El capítulo de desarrollo sostenible se supedita a la creación de empleo, y éste a producir y crecer más. Cuando se articula un discurso y medidas en torno a él se refieren a una “transición justa” que no agrave el cambio climático. En este punto, a nivel de enunciados defienden líneas de actuación interesantes: energías renovables, ecoinnovación, papel decreciente de combustibles fósiles limitadas a cubrir la variabilidad de las renovables, planificación pública de la generación eléctrica revisando los mecanismos de fijación de precios, apuesta por el ferrocarril y el cabotaje marítimo.Pero también hay otras tomadas de manera deslavazada y que abrazan los mitos de la tecnología como “salvadora de todo” (técnicas de captura y secuestro de carbono), admiten mantener un espacio para el carbón nacional, o proponen un plan ordenado de cierre de las energías nucleares ¡en cuarenta años! y la promoción de una economía verde, con nuevos empleos sustentables y enverdeciendo los existentes. Es decir, un discurso verde para la galería y siempre postergado a la espera de éxitos en la obtención del venerado crecimiento económico.



2.3. El diálogo social y la negociación colectiva



En las ponencias se sigue planteando como objetivo la recuperación de la negociación colectiva, el diálogo y la concertación social, como bases para seguir conservando el Estado de Bienestar. Ciertamente, la pérdida de estas vías de influencia, de reconocimiento y regulación sociolaboral es muy importante para el modelo sindical mayoritario, pero no tienen el mismo efecto para las y los trabajadores. La reducción hasta casi su eliminación de la negociación colectiva en muchas empresas debilita no solo la capacidad de representación de los sindicatos, sino la misma acción reivindicativa colectiva sobre los salarios y las condiciones de trabajo y refuerza el poder patronal frente a cada persona aislada. El fin del diálogo y la concertación social pone fin a una cultura sindical al servicio de la institucionalización y contención de la acción sindical y abre los interrogantes sobre los nuevos horizontes estratégicos.



Choca que apenas se hable, con una caracterización detallada, de movilización frente al conflicto, de cómo afrontar el duro combate que nos va a tocar librar, porque nos parece que simplemente clamando no va a ser posible ni transformar nada, ni mucho menos recuperar aquello que quiere restaurarse, si es que tuviera esto último sentido intentarlo. Las iniciativas de la Cumbre Social parecen escasas, no del todo bien planteadas y poco contundentes.



En materia de negociación colectiva se insiste en reforzar la centralidad del convenio sectorial, ahora herida de muerte con la reforma laboral, a la vez que impulsar el papel del sindicato en la negociación colectiva en la empresa, adaptándose a la nueva reforma del PP. Es positivo que la negociación sectorial siga siendo importante para CCOO para aumentar la cobertura de negociación a todas las personas, en diferentes empresas, para cubrir la situación ante la obsolescencia de muchos convenios sectoriales por falta de renovación –finalización de vigencia- o por disponer contenidos alejados de los criterios de negociación promovidos confederalmente. Las ponencias defienden impulsar nuevos convenios o acuerdos marcos sectoriales de ámbito estatal o autonómico, y ampliar la cobertura de la negociación colectiva a través del ámbito funcional y/o personal o extendiendo convenios.



Una línea interesante que se plantea también es la de constituir espacios de coordinación interfederativa –y, en su caso de secciones sindicales o representaciones– para alcanzar convenios o acuerdos marco de grupo de empresas. Algo muy positivo es que se buscará organizar la acción sindical en espacios compartidos por empresas de distinta actividad y adscripción sectorial, empresas subcontratistas o proveedoras y grupos empresariales. A nuestro juicio, es un primer avance hacia una intervención sindical que se atenga a las nuevas formas de empresa-red en que se desenvuelve el capital.



2.4. La crisis de recursos del mundo sindical y la participación



El sindicalismo asiste a un desafío de grandes proporciones precisamente por los fuertes recortes en subvenciones finalistas (incluidas las partidas de prevención de riesgos laborales o las de solidaridad y cooperación internacional), el cambio de modelo de gestión de la formación para el empleo (que en el pasado ocupó a muchas personas en dichas tareas e incrementó la influencia sindical en el mundo asalariado y los recursos disponibles para diversas actividades sindicales) y la caída de afiliación derivada del aumento del desempleo. Todo ello en conjunto supondrá un duro golpe a los recursos económicos y personales del sindicalismo mayoritario. Un ajuste que podría representar el 40% de su presupuesto. Lo que se verá agravado por la vuelta al trabajo de numerosos cuadros sindicales provenientes del sector público, cuya liberación no dependía directamente tanto de la acumulación de horas tras las elecciones sindicales sino de acuerdos específicos con las administraciones (general del estado, autonómica, municipal y otras). Para realizar la misma acción sindical será imprescindible más militancia sindical. Es una manera muy extraña de incluir este ingrediente clave, pero, sea como fuere, bienvenido.



Haciendo de la necesidad virtud, se plantean una serie de iniciativas para recuperar recursos e influencia, y aquí juega un papel decisivo la participación y la afiliación. Quizá esta afiliación tendría mucho más interés en participar si realmente su acción colectiva y el espacio democrático habilitado tuvieran mayor influencia. Se está a tiempo de mejorar este punto, pero hoy por hoy nos tememos que debiera desarrollarse mejor este capítulo.



La respuesta de las ponencias consiste en apostar por un sindicalismo de proximidad, algo muy saludable, la reivindicación de la función sindical y la renovación ética que ésta entraña. Se trata de conseguir retener y aumentar la afiliación con una estrategia proactiva, destinando los recursos existentes para una mayor acción sindical en los centros de trabajo, adelgazando el aparato y la estructura central. De compartir los recursos humanos de las diferentes estructuras del sindicato y se homogeneizará su regulación laboral interna, con lo que se les dará una orientación más centrada en los conflictos sindicales concretos según como estos aparezcan en la realidad sociolaboral, y no tanto en la dinámica burocrática interna. Se focalizará la acción sindical más a nivel de empresa y se buscará trazar líneas de complicidad con los colectivos desempleados, jóvenes, precarios, trabajadores autónomos dependientes, etcétera, también proveyendo nuevos servicios para estos.



Las personas jóvenes, en su mayoría precarias y paradas, ha mostrado su descontento en las calles, y ninguna organización social ha sido capaz de canalizar esa movilización en una acción organizada. El sindicato busca facilitar cauces para organizar a los jóvenes, promoviendo espacios de participación y militancia, a través de las Secretarías de Juventud y “jóvenes de CCOO”. Se van a establecer protocolos de cooperación con centros de enseñanza, facilitando unidades didácticas de relaciones laborales, realizando un acercamiento al sindicalismo, así como se crearán puntos de información estables o itinerantes, y se tejerán alianzas con el tejido asociativo juvenil y movimientos sociales.



2.5. Cambios en el modelo organizativo



Se observan cambios significativos, adaptándose a los recursos escasos pero también con una línea interesante de mejora, en la forma de organizar la acción sindical. Estos son los puntos más relevantes:



Sindicalismo de proximidad: Se perseguirá fortalecer el trabajo de CCOO en la empresa. Se trabajará más fortaleciendo la estructura de rama más cercana al centro de trabajo.



Un mayor papel para las secciones sindicales:



- Las secciones sindicales planificarán el trabajo afiliativo en su ámbito: organizando la presencia en centros de trabajo donde no se está o en el que se es débil, fijando la atención en colectivos específicos (delegados no afiliados, parados, mujeres, jóvenes, inmigrantes…); o buscando fórmulas de mantenimiento de afiliación de personas con problemas económicos, entre otros puntos.



- Se crearán y desarrollarán secciones sindicales en las empresas en las que hay representación sindical pero no sección. En empresas sin sección ni representación, pero con dimensión apropiada para la presencia sindical, se establecerán programas de trabajo a cargo de las federaciones. Se dotará a la sección sindical de una estructura de dirección según la realidad afiliativa y la dimensión de la empresa. Se elaborará un reglamento nuevo de funcionamiento para las secciones sindicales.



- Se convocarán periódicamente plenos de la afiliación en la empresa.



- Se abordará el encuadramiento efectivo de los trabajadores de ETT.



Intervenir en las nuevas formas de empresa: Se articularán nuevas fórmulas organizativas, flexibles y funcionales, teniendo el foco en la afiliación de las PYMEs:



- Se dará a la pequeña subcontrata un tratamiento diferenciado. La sección sindical de la empresa de la que son proveedores tendrá un trabajo de coordinación.



- Establecer mecanismos de cooperación interfederal con participación de la organización territorial para los procesos de subcontratación que afecten a federaciones diferentes o compartan un mismo espacio físico.



- Atender singularmente a las franquicias, tendiendo a crear una sección sindical única.



- Realizar nuevas apuestas organizativas y de extensión sindical en grandes superficies, grandes centros comerciales, aeropuertos, estaciones de ferrocarril.



Más participación: Las asambleas sectoriales de delegados de pequeñas empresas, se conciben como lugar de encuentro con la estructura de dirección del sindicato, de información, debate, etc. Se sistematizarán los encuentros y asambleas en centros de trabajo y se reforzará la comunicación interna.



Ahora bien, en las ponencias se afirma también que “las grandes asambleas de delegados no son estructuras de base ni un instrumento de participación, son actos informativos para la movilización”.



En suma, CCOO propone mejoras organizativas que se ajustan a su menor aparato, que responden mejor a la realidad empresarial de hoy, y propone ampliar la participación. Debemos señalar, no obstante, que ampliar la participación no es suficiente, porque hay que mejorar el modelo de democracia interna, formación, organización y participación real de la afiliación –hasta ahora fundamentalmente, atraída mediante una oferta de servicios y no tanto por una calidad de participación–; que en los ámbitos en que la afiliación participa también pueda decidir, para no ser únicamente un instrumento final pasivo, y también parece tarea pendiente darle un papel organizativo, deliberatorio y decisorio sustanciales a las asambleas de empresa-red o de distrito laboral para actuar en su espacio.



La nueva realidad política y social ha arruinado en el Estado español la copia del modelo “alemán” de la Federación Alemana de Sindicatos (DGB), basado en la existencia de unas pocas federaciones que agrupan cada una a los sectores más diversos. Modelo que, en el caso español, se estaba traduciendo en la creación de grandes conglomerados burocráticos sin que mediera coherencia intersectorial, que obvian la realidad territorial y el conflicto social en el marco territorial y que, en ocasiones, han condicionado la política confederal en asuntos generales, que afectan al conjunto de la ciudadanía, con criterios corporativos, tal como se cita más arriba. La crisis actual, la expulsión de buena parte de la juventud y de la población migrante del mercado de trabajo, los cambios continuados de sector productivo de la población precarizada, el fracaso del sindicalismo semi profesionalizado y la naturaleza de las cuestiones políticas en juego exigen profundos cambios en el modelo sindical y en sus implicaciones organizativas.



Una de las insuficiencias de las ponencias es que no se ha revalorizado el papel decisivo, organizador y decisor de las asambleas de trabajadores y trabajadoras en las empresas y sectores como una de las piezas de construcción de un nuevo y potente sindicalismo de clase y de masas, que impulse la participación activa de las clases trabajadoras y su autonomía.



Conclusión



La reorientación política propuesta, ante las políticas del PP, UE, FMI y la canciller Merkel, no es la que hoy las clases trabajadoras y el conjunto del pueblo necesitan. Salir de las trampas del social liberalismo en clave de confrontación con las políticas del capital es urgente.



En las ponencias no hay unas tesis acabadas sobre la relación entre movimiento sindical y otros movimientos sociales, si bien hay una apuesta por su articulación complementaria, que es decir muy poco. Obviamente, de lo que se tendría que estar hablando es la de la complejidad y pluralidad de los nuevos movimientos ciudadanos, y que en gran medida son expresión de nuevos conflictos y de una nueva recomposición del movimiento obrero que se manifiesta en términos inesperados.



En fin, da la sensación que este Congreso no se va a destacar por una discusión rica y amplia, sino por una reedición de cargos y un repliegue temeroso. Mucho nos tememos que se pierde una oportunidad única para un debate crucial sobre la orientación y sobre la organización, y que retrasar este debate va a tener fatales consecuencias. Si queremos evitarlo es mejor tarde que nunca.



4/01/2012



Camilo Espino es afiliado a CCOO





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