domingo, 28 de abril de 2013

ITALIA: La muerte de la izquierda y la instauración de la neomonarquía






ITALIA

La muerte de la izquierda y la instauración de la neomonarquía 


 PIERO MAESTRI 


 No imaginábamos que asistiríamos en vivo y en directo al suicidio de un partido. El Partido Demócrata (PD) nos ha dadoesta oportunidad, que podrá comportar una ulterior involución del sistema político italiano. En parte ya lo ha hecho. Pero es por ahí por donde pasa el debate sobre el sentido y la naturaleza de una izquierda moderna. Por nuestra parte hemos criticado y nos hemos opuesto al grupo dirigente “demócrata” desde hace tiempo, desde la década de 1990 e incluso antes. Es decir, desde que los restos del Partido Comunista Italiano (PCI) decidieron abandonar una perspectiva de clase para adaptarse a las coordenadas del pensamiento liberal. Pero sería demasiado fácil decir que su caída estrepitosa en la Cámara en los últimos días no nos haya asombrado; demasiado fácil decir “ya lo sabíamos”. El hundimiento ha sido tan desastroso e irreverible que merece un análisis más preciso. Hay por lo menos cuatro explicaciones.


Ante todo, el PD, y su secretario, Pier Luigi Bersani, pagan el precio de no haber reconocido el resultado de las elecciones del 25 y 26 de febrero pasado: la “no victoria” de hecho del PD y la manera en que se disimuló una derrota sustancial, basada en el mantenimiento en vida de Silvio Berlusconi y sobre todo en el fuerte ascenso de Beppe Grillo. El 25 % de los votos conseguido por el Movimiento 5 Estrellas (M5S) se obvió constantemente, sin comprender que su razón de ser radicaba en una crítica despiadada del marco político y, en particular, de quien podía haber cambiado su naturaleza y su forma. Siempre se ha subvalorado el hecho de que la primera manifestaciòn masiva protagonizada por Grillo, el “VaffaDay”, se produjo durante el segundo gobierno de Prodi, en pleno periodo de gobierno del centro-izquierda. La base indignada se rebelaba precisamente contra éste y le demandaba respuestas. El hecho de no haberlas dado, durante una veintena de años, ha generado, sin prisa pero sin pausa, un distanciamiento y una desconfianza irreversibles. El 25 de febrero, este sentimiento se manifestó en las urnas y el resultado fue tremendamente malo para Bersani y compañía. El hecho de no haber reconocido hasta las últimas consecuencias la derrota electoral, en comparación con las grandes expectativas de cambio, y de no haber admitido que aquel voto se debía en gran medida a su política, fue el primer paso en falso de este proceso.

La segunda explicación, más sustancial, se refiere a la naturaleza del PD. De partido heredero de una tradición vinculada a los intereses del mundo del trabajo –claro que compatible con el capitalismo, pero anclada en las dinámicas de una clase social concreta–, el PD se convirtió con ganas en el representante de los intereses del capitalismo más institucionalizado; el capitalismo de los bancos y de las finanzas, de la especulación y de la competencia internacional (si hay una diferencia con Berlusconi y la Liga Norte, es que estos últimos han velado más por la estructura profunda de la pequeña y mediana empresa nacional, ahogada por la competencia exterior). Esta naturaleza quedó patente con el estallido de la crisis global. El PD no tenía ni tiene ninguna credibilidad para promover una salida de la crisis porque se ha hecho portador de las políticas que la han causado. La incapacidad de Bersani durante la campaña electoral para presentar un proyecto, expresar ideas, no solo se explica por su ineptitud personal, que también, sino sobre todo por esta profunda contradicción. El bloqueo institucional refleja una parálisis político-programática que no podrá resolverse más que sobre la base de una profunda renovación. Que no veremos.

La tercera observación se refiere a la vida interior de un partido que durante veinte años, es decir, desde que el PDS (Partido Demócrata de Izquierda) se alió con los antiguos democristianos para crear la “coalición de los demócratas”, se ha visto sacudido por mil querellas internas, dividido entre perspectivas políticas divergentes –el centro izquierda con guion o sin él–, implicado en lides y venganzas, olivismo a ultranza y adhesión al socialismo europeo. Estas polémicas no cesaron ni siquiera cuando nació finalmente el PD, y los enfrentamientos continuaron. La prueba es que los protagonistas de la derrota actual son los mismos de siempre: Prodi, D’Alema, Marini, Bersani y, aunque en segundo plano, Veltroni. En el momento de una crisis profunda, el grupo dirigente ha optado por rendir cuentas, y para sanar una situación ingobernable ha preferido acudir a Napolitano para tratar de disimular su propia crisis.

La cuarta explicación, finalmente, nos lleva a la relación con la sociedad italiana. Un partido que se ha hecho del sistema ha cortado amarras y roto relaciones con el mundo tal como es hoy. La indiferencia de los dirigentes ante las protestas de la calle, el “fascismo de la web”, la incomprensión de la rabia que suscita la “casta”, son todas ellas expresión de una ceguera acumulada a fuer de formar una casta. Un distanciamiento político y moral de las condiciones de vida reales en tiempos de crisis. Si el Partido Comunista Italiano (PCI) conservaba, a pesar de los compromisos sociales y una línea sustancialmente compatible con el sistema, una “diversidad moral”, el PD no tiene nada que se le parezca. Sin embargo, en su electorado queda todavía el recuerdo de aquella raíz, el anclaje en una historia pasada que alimenta expectativas y esperanzas. Esto explica el “asalto desde las redes sociales” que han sufrido los parlamentarios demócratas en los últimos días. El electorado residual, aunque relevante, todavía esperaba señales de cambio, pero en vano. La “casta” se ha blindado. Más que un “golpe”, la reelección de Napolitano es un intento de autoexculpación, de ocultamiento de las propias debilidades (también Berlusconi las tiene, y sobre todo Monti, pero la cuestión es que no se ven). Un blindaje en nombre de una gestión de la crisis que será despiadada, pero que aun así no asegura la supervivencia del sistema.

La izquierda está por fin en el año cero. Por fin, porque al menos se disiparán equívocos e ilusiones. La crisis se abatió en primer lugar sobre la izquierda radical, desaparecida del parlamento en 2008. Hoy se abate sobre la componente mayoritaria y liberal. Pero es la misma crisis. Se ha dilapidado el patrimonio heredado de la larga historia comunista, que hoy ya no puede alimentar ningún proyecto de futuro. Si una izquierda posible quiere existir de nuevo, deberá elaborar de entrada un proyecto político. Del PD no surgirá ninguna componente que vaya en este sentido, como espera Nichi Vendola. El espacio para una izquierda reformista parece ser enorme, y puede que lo sea. Pero en el plano de las opciones y de los programas, la crisis requiere soluciones radicales. Ni siquiera un reformismo keynesiano clásico –como ha señalado estos días Guido Viale– es suficiente (aunque podría servir de paliativo). Hacen falta propuestas radicales en el plano de la ecología y de la economía, de la redistribución de los recursos y de la recaudación de fondos con cargo a las grandes fortunas. Son elementos que, aunque confusa y contradictoriamente, se encuentran también en las propuestas del movimiento de Beppe Grillo y que de hecho explican su éxito.

Fabrizio Barca, ministro de Monti, ha avanzado una propuesta de solución “laborista”. Su programa, sin embargo, se ha centrado ante todo en el papel del partido y se distingue más que nada por unas ideas experimentales –o por conceptos como el “catoblepismo”– y el deseo de renovación sin entrar a valorar programas políticos. A la reivindicación de la actividad del gobierno de Monti, que “ha salvado al país del colapso financiero”, se añade únicamente una apuesta por políticas de desarrollo. Al oponerse a la elección de Napolitano, a Barca le parece increíble que el PD no haya apoyado a “Rodotà o Emma Bonino”, dos figuras que en el plano socioeconómico se hallan en las antípodas. Ideas confusas y poco interesantes.

En los próximos días, en todo caso, asistiremos a mil maniobras de quienes, hasta ahora marginados, pretenderán ocupar de nuevo un espacio que ha quedado libre. Sinistra Ecologia Libertà (SEL) ya propone un mítin, o una manifestación, para comienzos de mayo; el dirigente de Rivoluzione Civile, Antonio Ingroia, se agita de nuevo y Rifondazione Comunista espera meterse en el vacío que se ha creado. El PD hará todo lo posible por no perder fuerzas, aunque la escisión parece irreversible (si bien no hay que subvalorar los aspectos materiales que favorecen que se mantengan unidos: elecciones, recursos financieros, puestos de poder, etc.). Planteada en estos términos, la discusión se limita a la mera táctica y a las maniobras de posicionamiento, cuando el problema radica en la necesidad de construir una estrategia y elaborar ideas creíbles y alternativas a la austeridad.

Entre otras cosas porque, de todos modos, los espacios y y las posiciones están bien defendidos por un Movimiento que ha salido muy reforzado de la prueba parlamentaria. El M5S ha hecho gala de olfato táctico y político presentando a Rodotà y se dispone a registrar, en las próximas elecciones administrativas, un fuerte crecimiento electoral. La mayor parte de los agentes se ven obligados a comentar lo que hace Grillo y están condenados a ir a la zaga de sus decisiones. La partida en la izquierda se juega teniendo clara esta situación. Y solamente se podrá concluir correctamente trabajando sobre las nuevas ideas y generando una credibilidad de la que ninguno de los que se agitan puede vanagloriarse. Tras las ideas, sin embargo, no puede faltar una reflexión a fondo sobre las formas de la democracia, sobre el modo de construir una alternativa a un sistema que no se sostiene y que para seguir adelante necesita establecer una “neomonarquía”. La democracia surgida de la segunda guerra mundial ha quedado despachada por la crisis. El neopresidencialismo será el resultado de la fase que está a punto de abrirse. Es preciso elaborar una propuesta que apunte en la dirección contraria, pero huyendo del conservadurismo (conservar significa defender las actuaciones que hemos visto en los últimos días). No será fácil, pero hay que intentarlo.
21/4/2013

http://sinistracritica.org/2013/04/21/la-morte-della-sinistra-e-la-neo-monarchia/ Traducción: VIENTO SUR

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