miércoles, 12 de diciembre de 2012

Oscar Niemeyer, el mago del hormigón y la curva

Oscar Niemeyer, el mago del hormigón y la curva


– 10 diciembre, 2012

Publicado en: CULTURAS

Mercedes Arancibia

Periodista.

Madrid.

Son suyos la sede de la ONU en Nueva York y los edificios futuristas de Brasilia, la sede del partido Comunista Francés, en la Place Colonel Fabien de París, con su fachada ondulada en cristal, la Casa de la Cultura de la ciudad portuaria de Le Havre (en el noroeste de Francia), la central de la Editorial Mondadori, en Milán -sobre un espejo de agua, la estructura de hormigón con arcos fue uno de los primeros ejemplos mundiales de espacio abierto con oficinas en el interior- y la Universidad de Ciencias y Tecnologías Houari-Boumédiène de Argel; el Sambódromo, epicentro del carnaval de Río de Janeiro, con una pista de 700 metros de largo, el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi, en forma de platillo volante construido sobre un pequeño acantilado desde el que se ve toda la bahía de Río y la sede del diario francés L’Humanité, en Bobigny.


También son suyas otras 600 obras más –la más conocida, sin duda, la famosa Residencia Copan, finalizada en 1966 en Sao Paulo, un rascacielos en forma de ola que azota los cielos- colocadas como estandartes a lo ancho de un mundo hecho de curvas “porque la línea recta es inhumana”, lo que le valió el apodo de “arquitecto de la sensualidad”.



“Su marca de fábrica –escriben en el semanario francés Télérama, en un texto de apoyo a cuatro obras mayores de Niemeyer, cuatro tarjetas postales que merecen colgar en los vestíbulos de las escuelas de arquitectura de todo el mundo- unas cuantas líneas sensuales, un poco de chispa y, sobre todo, un desafío a las reglas estrictas y funcionales del movimiento moderno, tal y como las definieron Le Corbusier o los arquitectos de la Bauhaus. En él, humor y placer son indispensable para el éxito de cualquier proyecto. Y la línea, el dibujo, importan bastante menos que el uso”. En este aspecto, Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares, natural de Río de Janeiro… “puede considerarse como uno de los padres espirituales de la arquitectura contemporánea, tendencia sexy”. Al menos una veintena de obras, que llevan su firma, se encuentran hoy en fase de construcción alrededor del mundo.



“No me callaré nunca. Jamás ocultaré mis convicciones comunistas”

Solo un genio como el suyo es capaz de domeñar el hormigón y transformarlo en obras de una belleza que corta los paisajes y el aliento. El decano de los arquitectos del mundo, Oscar Niemeyer, acaba de morir cuando apenas le faltaba una semana para cumplir 105 años (15 diciembre 1907), dejando en herencia una carrera de más de 70 años de servicio a la humanidad, plasmada en proyectos pioneros y compromisos sociales: “No me callaré nunca. Jamás ocultaré mis convicciones comunistas”, ha repetido hasta el final de sus días Niemeyer, procedente de una familia burguesa con antepasados alemanes, portugueses y árabes.



Ultimo símbolo de “toda una generación del movimiento comunista internacional”, en palabras-homenaje de Ivan Pinheiro, secretario del partido Comunista Brasileño, “concilió siempre sus obras con su compromiso ideológico”. “Entré –decía- en el partido (en 1945) y me quedé para siempre (…) para hacer arquitectura primero hay que conocer la vida de los hombres, su miseria, su sufrimiento…”. Cuando le entrevistaban repetía que “había comprendido muy pronto que era necesario cambiar las cosas”.



“Solo quedan dos comunistas en el mundo, Oscar Niemeyer y yo” (Fidel Castro, 1975)Se decía discípulo de Le Corbusier, a quien conoció en 1936. En 1940, el futuro presidente brasileño, Juscelino Kubitschek, le proporcionó “la alegría” de construir “de la nada” Brasilia, la actual capital del país, junto con el urbanista Lucio Costa y el paisajista Roberto Burle Marx: “Queríamos hacer inmuebles que generaran un cierto estupor, por diferentes”, dijo hace años en una entrevista. Inaugurada el 21 de abril de 1960, Brasilia –una utopía urbana- le hizo ganar innumerables premios, entre ellos el Pritzker (considerado el Nobel de arquitectura) en 1988. “Construir ciudades nuevas es un desafío –dice el más célebre de los arquitectos franceses vivos, Jean Nouvel-, casi imposible; pero hacerlo en mitad de la selva brasileña es alucinante. Brasilia padece hoy de esta visión utópica, la ciudad existe sobre todo a través de los grandes edificios, las grandes referencias que forman parte del legado Niemeyer. Es necesario que pase el tiempo, que las cosas se compliquen, que lo inesperado se vaya deslizando poco a poco en la ciudad…”.



La dictadura brasileña, en mitad de los años 60, rompió definitivamente las ilusiones de Oscar Niemeyer. Tras un tiempo de resistencia, en 1967 se exilió en Francia y solo regresó a Brasil una vez restablecida la democracia, en 1985: “Recuerdo que [André] Malraux consiguió de De Gaulle un decreto que me permitía trabajar en Francia”, evocaba en 2006, en una entrevista en L’Humanité.



Catedral de Brasilia de Oscar Niemeyer. ©Paul74En 2007 celebró sus cien años de héroe nacional brasileño casándose, por segunda vez con su asistenta, Vera Lucía Cabrera, 40 años menor, y asegurando que sentía “como un muchacho de 30 años”. En 2009 declaraba: “Tener 102 años es una mierda, no hay nada que celebrar”. Pero seguía trabajando y encendiendo un cigarrillo con la colilla de otro. A los 103 años, sus amigos le regalaron una fundación; ahora le dedican tres días de luto nacional “al carioca que se merece todos los honores”.



La simplicidad de un trazo que no se pasa de moda

Jean Nouvel, quien también ha conseguido el Premio Pritzker, en 2008, veinte años después de Niemeyer, le rinde homenaje en una entrevista publicada en el semanario Le Nouvel Observateur, donde le define como “comunista hedonista, del que envidiaba, como tantos otros, la simplicidad de un trazo que no pasa de moda”: “En primer lugar –ha dicho al periodista Gurvan Le Guellec- es el gran estilista de los años 50-60, uno de los grandes maestros del siglo XX. Consigue expresar sus ideas con una simplicidad y una eficacia increíbles. Marca una curva en la línea, la traduce en el espacio y, a gran escala, ese simple gesto da como resultado el edificio más inesperado que pueda imaginarse. Lo sorprendente es que, en la filosofía del objeto único que marcó la arquitectura moderna de aquellos años, consiguió ser contextual, crear edificios que se insertan sin violencia en el ambiente. Sus curvas, la simplicidad de su línea, su arquitectura de hormigón blanco, juegan con unos cuantos elementos básicos: el cielo, el agua, el mar, el vacío y el horizonte”.



La relación de Oscar Niemeyer con España hay que buscarla en la ciudad industrial asturiana de Avilés. Todo se remonta a 1989: el mago del hormigón recibió el Premio Príncipe de Asturias. Seis años después, cuando desde la fundación que concede los premios le pidieron una conferencia, el Niemeyer más práctico decidió cambiar la charla por el regalo de un proyecto que hizo surgir de una tierra castigada por la reconversión industrial el Centro Cultural Internacional que lleva su nombre.

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