jueves, 1 de diciembre de 2011

ARTE Y POLÍTICA










Arte y política


Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra
Ilustración de Mikel Jaso

En los últimos meses ha habido conmemoraciones de tres figuras relacionadas con el arte pictórico que merecen especial atención por su significado político, oculto e ignorado en dos de ellas. La primera es Gertrude Stein, figura prominente en la vida artística europea, mecenas del mundo cosmopolita artístico parisino. En estos días su nombre ha aparecido en la prensa internacional a raíz de la exposición de las pinturas que acumuló a lo largo de sus años en París (La aventura de los Stein en el Grand Palais de París). Tal exposición se mostrará posteriormente en el Metropolitan de Nueva York y en el Museo de Arte Moderno de San Francisco, y no cabe duda de que pasará en algún momento por algún museo español. Como es costumbre, la exposición va acompañada de libros y artículos sobre Gertrude Stein.
Lo que el lector no leerá en ninguno de estos documentos y artículos es quién era Stein y cómo se posicionó durante el periodo histórico que le tocó vivir en París. El silencio sobre ello se debe a que Gertrude Stein (procedente de una de las familias judías más adineradas de EEUU) tenía claras simpatías fascistas. Gran admiradora del general Pétain –jefe de Estado de un Gobierno títere de la ocupación nazi–, tradujo al inglés y publicó 32 discursos de tal general, incluso aquellos en los que justificaba la exclusión de los judíos de puestos de responsabilidad, alabando la colaboración del régimen de Vichy con la dictadura nazi liderada por Hitler (en 1944, a sólo 30 millas de donde vivía Gertrude Stein, 44 niños judíos fueron deportados a Auschwitz: todos ellos fueron asesinados). En su admiración por el general Pétain, llegó a definirlo como el “general Washington de Francia que restauraría en Francia los valores occidentales”. Apoyó el golpe militar de Franco y defendió la dictadura fascista que este estableció. Profundamente anticomunista, justificó el rechazo al judaísmo europeo por lo que ella consideraba simpatías comunistas. Detestaba al presidente Roosevelt y el New Deal, el programa de intervención pública que expandió notablemente los derechos sociales y laborales del pueblo estadounidense.

El otro caso cuyo pasado fascista ha permanecido oculto es el de Salvador Dalí. Tal personaje fue una de las voces que defendió a la dictadura fascista (que en España se llama franquista) con mayor insistencia en los círculos artísticos internacionales.


Dalí mostró gran simpatía por la Falange, el partido fascista, utilizando en su discurso la narrativa fascista, tal como documenta Ian Gibson en su libro The Shameful Life of Salvador Dalí (del cual extraigo la mayoría de datos). Su proximidad a la cúpula del partido fascista era bien conocida y su servilismo y adulación hacia el dictador alcanzó niveles nauseabundos. Se refirió a uno de los dictadores más sangrientos conocidos en Europa (por cada asesinato que perpetró Mussolini, Franco ordenó 10.000), el general Franco, como “el político claridividente que impuso la verdad, la claridad y el orden en el país en un momento de gran confusión y anarquía en el mundo”. Su apoyo al fascismo se mantuvo hasta el final de la dictadura, y mostró su máxima expresión en la defensa del dictador y de la dictadura frente a la protesta nacional e internacional por la ejecución, el 27 se septiembre de 1975, de cinco prisioneros políticos. En declaraciones a la Agencia France-Press, indicó que “dos millones de españoles salieron a la calle aplaudiendo al mayor héroe existente en España, el general Franco, mostrando que todo el pueblo español está con él (…). Es una persona maravillosa. Y su acto garantiza que la monarquía que le suceda sea un éxito. En realidad se necesitan tres veces más ejecuciones de las que han ocurrido”. Tales declaraciones ampliamente distribuidas en la prensa internacional fueron determinantes para que se generara un gran desprecio por su figura, pasando de ser un genio a un despreciable ser humano. No así en Catalunya y en España, donde Dalí tiene un monumento en la plaza mayor de Cadaqués, donde veranea la burguesía catalana, para la cual Dalí continúa siendo el gran genio al cual se le dedican incluso óperas en el Teatro del Liceo de Barcelona.

Este olvido del pasado comienza a perderse. Lo cual me lleva a Josep Subirats, un pintor extraordinario que ha permanecido olvidado por haber sido miembro activo de la lucha popular en contra del golpe fascista. En otra sociedad, con claro espíritu democrático, Dalí sería aborrecido y Subirats sería un punto de referencia fundamental en la cultura artística del país. El único de los tres personajes aquí citados que no tiene un pasado a ocultar permanece oculto porque la burguesía continúa dominando la cultura artística del país.

Subirats fue desde su juventud un pintor dedicado a las clases populares con las cuales se sintió identificado. Analizar sus pinturas es comprender y estimar la enorme lucha del pueblo catalán y español en su lucha contra el fascismo. Desde el póster de la UGT que animaba a los campesinos a apoyar a la República, a la llamada de apoyo en Catalunya al pueblo madrileño que estaba resistiendo al asedio fascista, pasando por los dibujos de los campos de concentración donde estuvo preso, y la descripción gráfica de las barracas donde vivían los trabajadores después de la guerra. En todos ellos puede verse con gran belleza y expresión la historia del pueblo catalán y español. La expresión visual de un compromiso es lo que explica su represión y veto. Por fin, tras años y años de silencio, su obra pictórica se mostró en el Museu d’Història de Catalunya, del 4 de octubre al 20 de noviembre de 2011. Sería de desear que se mostrara a lo largo de todo el territorio español.





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