lunes, 4 de julio de 2011

UNA MUJER EN ÁFRICA, LA CUESTIÓN BLANCA

Una mujer en África, la cuestión blanca









Título original: White Material, 2009
Dirección: Claire Denis
Guión: Claire Denis, Marie NDiaye
Intérpretes: Isabelle Huppert, Christopher Lambert, Nicolas Duvauchelle, Isaach de Bankolé, Adèle Ado, Michel Subor, William Nadylam
Fotografía: Yves Cape
Música: Stuart Staples
Duración: 105’
País: Francia
Productora: Why Not Productions / Wild Bunch





Blanca Vázquez - laRepúblicaCultural.es

Una mujer en África (White Material) de la francesa Clarie Denis es todo un lujo en la cartelera de estreno. La que fuera ayudante de dirección de Costa-Gavras, Wim Wenders o Jim Jarmusch, cuya carrera como realizadora comenzó en 1988 con Chocolat, la primera de su trilogía africana, a la que siguió en 1999 la belleza de Beau travail y que complementa ahora con la que nos ocupa, Una mujer en África, aborda un Memorias de África muy particular. No se puede decir que el cine de Denis obedezca a la etiqueta que, tópico o no, presenta la cinematografía francesa. Libertad formal, reinado del lenguaje de la imagen, mirar y ser visto, es su premisa esencial. Un cine cuyo mensaje, si es que pretende alguna su autora, es poderosamente visual, acariciador, ensoñador. También audaz, elíptico, un caos construido y entendible, un cine de sensaciones, un cine de actores carisma, un cine de autor excepcional. Un cine poético, diríamos, un cine muy personal, físico y elogiosamente bienvenido.

La Denis de los detalles, del retrato de la relación de África con el colonialismo, de la filmación de momentos únicos, como el paseo en moto con los brazos abiertos a la sensaciones de Maria, la delicada y fuerte pequeña mujer dueña de una plantación de café en uno de los sangrantes países del continente. Cualquier país, por ejemplo Costa de Marfil hace cinco años.



Colonialismo y revolución son revisitados, un poco olvidados últimamente por el mundillo. Rodada en Camerún, Denis ha creado, de la mano de la literatura (Marie N´Diaye compone el guión y escenario junto a la directora) una historia Joseph Conrad, un Lo que el viento se llevó del siglo XXI, una familia desestructurada, perdida en el abismo mucho tiempo atrás, una mujer que ahuyenta el miedo evitando la realidad. Qué mejor protagonista para un personaje fuerte, resistente, tenaz, valiente, y a un tiempo fantasmal, ensoñadora, que la actriz más carismática que el cine francés haya dado, Isabelle Huppert, maravillosamente deslumbrante y natural. Una profesional que pasa por encima de todos los obstáculos, trabajadora hasta lo incansable, colaboradora audaz y con ganas de todo, como dice Denis de ella. Le acompaña en el reparto un olvidado Chirstophe Lambert, como su ex marido, que vende la granja, junto a su padre, al alcalde del lugar. Luego están los hijos, de él con su nueva compañera, José, y Manuel, el común con Maria, un muchacho apático y víctima del desequilibrio que la violencia provoca en la zona. También aparece un personaje enigma en White Material, el boxeador, interpretado por Isaach De Bankolé, carismático actor habitual de Jarmusch y muchos otros realizadores.

Con una puesta en escena fragmentada, la elipsis como invitada, una banda sonora extraordinaria, la historia transmite la desolación que se apodera, en poco tiempo, de una región africana en la que convergen, en un caos de violencia indiscriminada, guerrillas particulares, ejércitos de niños soldados, y soldados gubernamentales. Desolación que ya venía inscrita en el propio devenir de la familia blanca que posee la plantación de café Vial. Desde el descubrimiento por los soldados del cuerpo del boxeador en la granja, lugar que comienza a arder con un personaje dentro del que nada sabemos, la cámara pasa al frágil cuerpo de Maria por los caminos del lugar, guardándose de los camiones de la guerrilla, y dando un corte de mangas al helicóptero del ejército francés que le manda un último aviso para huir y aupándose a un autobús para volver a su casa. Sentada como puede entre los pasajeros rememorará las últimas horas de caos y su intento de continuar con la recolección del café, saliendo en busca de obreros, y haciendo frente a su suegro y ex marido. Una Karen Blixen francesa que ama la tierra que pisa, pero sin falsa nostalgia. Una mirada a la situación poscolonial africana. Un confuso montaje que capta muy bien toda la confusión que provoca dicha situación. Una alegoría final, la de Maria. Una poesía sin necesidad de malgastar en un país pobre material de efectos especiales.


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