martes, 24 de noviembre de 2009

GUERRA NO, TAMPOCO EN AFGANISTÁN


Mientras van llegando cadáveres de soldados españoles muertos en Afganistán, arrecian las acusaciones entre los partidos mayoritarios. Los “populares” dicen que aquello es una guerra, y animan a dar la batalla "por la democracia, la libertad y los derechos humanos”, al tiempo que piden más medios. Por su parte, el PSOE sigue insistiendo en que se trata de una misión de paz, y evita la utilización del término “guerra”, a pesar del goteo de muertes que va llegando. Desde otras tribunas, se oye que se trata de una operación de “reconstrucción” amparada por la ONU, y liderada por los EE.UU.

Se hace necesario, en medio de esta confusión, recordar los inicios y desarrollo, así como los pronunciamientos de la ONU, y, lo que es más importante, los intereses en juego que mueven los hilos de esta sangrienta partida.


En los años 80. los soviéticos fueron derrotados en Afganistán por los talibanes, armados y financiados por los EE.UU., con Bin Laden como lider destacado, y agente de la CIA. Esto supuso un gravísimo retroceso hacia el oscurantismo religioso, cuyas mayores víctimas fueron las mujeres afganas.

Tras aquel trágico 11-S de 2001, y con los restos humeantes de las torres gemelas como telón de fondo, los EE.UU. emprenden la “guerra contra el terrorismo”, señalando dos objetivos: Irak y Afganistán. Respecto de Irak, mucho se ha escrito ya sobre las mentiras que se urdieron para justificar la guerra. Para la historia, y espero que para la Justicia Internacional, queda aquel infame trío de Las Azores: Bush, Blair y Aznar.

Poco tiempo después de aquel 11-S, comienzan los EE.UU. la guerra de Afganistán, que acabaría llamándose “Libertad Duradera”. Su propósito “oficial” es capturar a Bin laden y destruir a Al Qaeda y los talibanes. Sin embargo, el ejército más poderoso del mundo no ha conseguido ninguno de sus propósitos reconocidos: no ha capturado a Bin Laden, ni ha destruido a los talibanes ni a Al Qaeda.

La legalidad o ilegalidad de esta guerra ha sido discutida. El asunto tiene su importancia, porque mientras el PP busca semejanzas con la guerra de Irak, para exculparse, desde el PSOE y afines se esgrime que se trata de una intervención legal, desde el punto de vista de los Tratados Internacionales. Pues bien, en opinión de destacados expertos como Alejandro Pozo, y organismos como Centre Delàs y Justicia y Paz, la operación “Libertad Duradera” es ilegal. Se basa para ello en que la guerra fue iniciada en octubre de 2001, cuando el Consejo de Seguridad no se había pronunciado, y sólo se debatía el derecho a la legítima defensa, regulado por el art. 51. de la Carta de la ONU. Para ser legítima, la defensa debe reunir unas condiciones: 1.- debe ser permitida por el Consejo de Seguridad. 2.- deben respetar los principios de necesidad (defensiva, y no de represalia o venganza), provisionalidad (cesará la defensa unilateral cuando el Consejo tome medidas) y proporcionalidad (los ataques de respuesta los recibirán los autores de los ataques originales). El Consejo de Seguridad fue muy ambiguo sobre sus resoluciones 1368 y 1373, y hay al respecto partidarios y detractores. No obstante, los argumentos que realmente condenan los ataques de EE.UU. están relacionados con el mencionado art. 51, que no han sido cumplidos.


En Afganistán se desarrolla otra operación, autorizada por la ONU, que es llevada a cabo por la ISAF, (Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad). Está liderada por la OTAN, (no por la ONU, como pretenden hacer creer algunos) y por tanto involucra a España, y algunos países más no miembros. Tiene como fines garantizar la seguridad, controlar el aeropuerto de Kabul y el tráfico aéreo, y mejorar las capacidades de la policía y el ejército afganos.

Para complicar más las cosas, los EE.UU. ampliaron las competencias de la operación “Libertad Duradera” y combinaron la búsqueda de talibanes con tareas de asistencia humanitaria, creando para ello los PRT, equipos de reconstrucción territoriales. Los ejércitos que participaban en el ISAF empezaron a hacerse cargo de los PRT, España incluida. Así, ambas partes, los EE.UU. y el ISAF, salen ganando, unos en legitimidad, otros en renta mediática. De ello se vale el PSOE para sostener que es “una misión de paz” para añadir a continuación: “contra el terrorismo”.

Sin embargo, los EE.UU., por boca de Condolezza Rice, tienen claro que no se trata de una operación de paz, sino de operaciones englobadas en la “Guerra contra el Terror”. De la misma manera que sólo hay una OTAN en Afganistán.

Y, ciertamente, los EE.UU. se juegan mucho en Afganistán. Tras años de negociaciones con talibanes afganos, la OPIC, agencia de EE.UU. para defender sus intereses en la zona, hizo realidad el sueño de Bush, al construir un conducto transafgano para llevar gas y petróleo desde Asia Central al Golfo Pérsico. Sirviendo de escudo, al parecer, a la Union Oil Company de California, (UNOCAL), uno de cuyos asesores fue el actual presidente de Afganistán: Hamid Karzai, cuya reelección ha estado marcada por el fraude masivo en las urnas.

La situación en Afganistán ha ido emponzoñándose cada vez más. Los ataques indiscriminados de los EE.UU. causan miles de víctimas inocentes, aumentando la rabia y la popularidad de los talibanes. Las armas que los EE.UU. entrega a los señores de la guerra para hacer frente a los talibanes, o para que les permitan actuar en sus territorios, están fuera de control, y pueden volverse contra los mismos que las suministran. Los proyectos que llevan a cabo los PRT necesitan de empresas afganas, las cuales a su vez deben pagar a los talibanes, para no ser atacadas por ellos, de manera que el dinero destinado a los PRT, financian a los talibanes. Por otra parte, estos van ganando apoyos y control del territorio, cerrando un círculo infernal, una espiral de violencia que no conduce sino a más derramamiento de sangre.

Hay que entender que la sociedad afgana tiene muy arraigada una cultura de resistencia al invasor. E invasores son, a sus ojos, las tropas de la OTAN y de EE.UU. sin hacer distingos entre la acción militar y la humanitaria. Es la propia sociedad afgana la que tiene que buscar fórmulas de entendimiento, y caminar hacia el respeto de los Derechos Humanos, en particular hacia las mujeres, con el apoyo de las fuerzas progresistas.

Ha llegado la hora de que las tropas españolas, y las de la OTAN y los EE.UU., salgan de Afganistán. Para ello, hay que movilizarse, y salir a la calle a gritar:

NO A LA GUERRA, EN AFGANISTÁN TAMPOCO.


Javier Eusa, comité provincial del PCE/EPK de Navarra, comisión local de IUN-NEB de Pamplona.

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