domingo, 16 de junio de 2013

¡No es una crisis, es una estafa!



¡No es una crisis, es una estafa!


JAVIER NAVASCUÉS











Este grito, coreado en las manifestaciones que recorren las calles en los últimos años, refleja la indignación de la gente que está pagando los platos rotos de la crisis sin que se le dé otra justificación que la de que ha vivido por encima de sus posibilidades. A más de uno le queda una cierta mala conciencia… ¿será verdad? ¿Me habré pasado? No hay peligro, los datos corroboran lo que el empirismo popular ya ha dictaminado. Si miramos las cifras que publica periódicamente el Instituto Nacional de Estadística, encontramos pruebas más que suficientes. Así, las “cuentas trimestrales no financieras” publicadas el 2 de abril pasado nos enseñan una faceta nuclear de la estafa: la faceta de clase. Con un sencillo cálculo podemos verificar cuál ha sido el resultado más inmediato de la crisis; corregir radicalmente a favor de los propietarios de los medios de producción la distribución del valor que crea el trabajo. Lo que en Francia se llama la “tasa de margen”, es decir, algo que podíamos tomar como una medida global del beneficio bruto, ha pasado del 35% al 43% entre 2008 y 2012 (para los aficionados a los números, el Excedente Bruto de Explotación sobre el VAB). Estos ocho puntos porcentuales suponen que algo más de 100.000 millones de euros de beneficios extraordinarios han pasado a engrosar los bolsillos de los dueños de los medios de producción en medio de la crisis. Todo esto referido únicamente a las sociedades no financieras, es decir, excluyendo los bancos, los malos reconocidos de la película.



Otro dato revelador que se extrae del análisis de dichas cuentas es cómo se ha repartido ese beneficio. Una parte la forman los intereses que cobran quienes han prestado dinero a las empresas. La segunda son los dividendos y otras rentas que se pagan a los propietarios. La tercera, es la que se quedan las empresas y el Estado en forma de impuestos. Pues bien, los intereses caen ya que las empresas han dedicado la parte de los beneficios generados que se quedan a reducir su deuda. Pero la parte que se han llevado los propietarios se ha más que duplicado; de 75.000 millones de euros en 2008 a 156.000 en 2012. Si las empresas han mejorado su margen de beneficio como antes hemos explicado, los propietarios de los medios de producción que las controlan han ganado aún más. Utilizando el mismo criterio que antes, las rentas han pasado del 14% al 29% del excedente bruto entre 2008 y 2012; o lo que es lo mismo, se han embolsado casi 220.000 millones más.

O sea que ni unos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades ni otros están, pobrecitos, impedidos por unos bancos malvados que no conceden crédito a “las empresas y las familias”. Al lado de las cifras citadas, el caso Nóos, la Gúrtel, Bárcenas, la ITV de los Pujol y los EREs son mera anécdota; hasta el rescate a los bancos se relativiza. 220.000 millones de beneficios extra en cinco años, 44.000 millones al año, 22.000 euros por cada uno de los cinco millones de parados. Números cantan.


 Publicado en el Nº 260 de la edición impresa de Mundo Obrero mayo 2013

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